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El Telégrafo
César Hermida

De las capacidades corporales

27 de septiembre de 2014 - 00:00

En un ya antiguo libro de Humberto Maturana y Francisco Varela (El árbol del conocimiento, Debate, Madrid, 1996), todos los ejemplos que se señalaban para explicar la característica humana de la comunicación eran de carácter visual. Así Las manos que se dibujan a sí mismas, de M. C. Escher, o del mismo autor La galería de cuadros, en la cual el primero muestra la ciudad continuándose con otro en el que se halla la propia galería, o el “gorila que se mira al espejo y se toca el punto rojo de su propia frente” (demostrando que tiene conciencia de que aquel que mira es él mismo), o el chimpancé que aprende a entender el ameslán o lengua de señas para sordomudos. Todas son comunicaciones visuales. Faltan ejemplos de comunicación con los otros sentidos de las capacidades corporales. Y falta el papel de la subjetividad en la comunicación, el ‘alma’, para la cual el cuerpo resulta su prisión, según las religiones monoteístas. El alma que se condena para siempre por los pecados del cuerpo. Por eso se prohibió el placer, sobre todo el sexual, que es la mejor manera de comunicarse y comulgar.

El pensar de la cabeza y el hacer de las manos están íntimamente relacionados con el querer, que solemos ubicar en el corazón, seguramente porque allí suelen palpitar primero las emociones. El sentir se halla en todo el cuerpo, en los placeres de las caricias de la piel, en los abrazos del afecto, en las maravillas que nos permiten asimilar los cinco sentidos. El popular dicho de que “la barriguita llena y el corazón contento” asocia las necesidades del metabolismo con los sentimientos del afecto. Como el enamoramiento nos quita el hambre y el sueño, pero nos despierta el apetito del deseo de compartir con la pareja, con la que se construye la familia para el desarrollo humano, y por la cual hay que trabajar y producir. El sentimiento puede profundizarse en la pasión del amor o en la negativa del odio (la ciencia dejó al afecto en manos de la religión que la utilizó para el control mediante el miedo).

El afecto lleva a las emociones como la alegría o la felicidad, que son transitorias comparadas con la serenidad y la calma. El pensamiento, a su vez, puede volar en alas de la imaginación hacia la fantasía de los sueños como anhelos imponderables. El hacer alude a la voluntad que está influenciada por los valores del pensamiento, los sentimientos y las emociones. Finalmente la imaginación nos hace crear dioses que solo allí existen.

El pensar de la cabeza y el hacer de las manos están íntimamente relacionados con el querer, que solemos ubicar en el corazón, seguramente porque allí suelen palpitar primero las emociones.

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