Se los dice el profesor en la Universidad de Salamanca, a manera de provocación, para suscitar muchas reflexiones: “No permitas que la realidad estropee tu trabajo”. “Esa -añade- parece ser la premisa del periodismo de estos días”.
Y desde la misma España nos llega la entrevista, en El País, a Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia. En ella Santos dice, entre otras cosas: “Más importante que derrotar a las FARC es abatir a la pobreza” o “Sí, Maduro ganó con poco margen, pero fueron aún más apretados los triunfos de Calderón y Bush, y no nos pusimos a dudar de ellos”.
El País tuvo esa entrevista en la redacción por más de diez días sin publicarla. Parece que lo recabado en ella no era de su agrado. Se toparon con una realidad que les echaba a perder su trabajo. Y lo suyo, de un buen tiempo a esta parte, es intentar desprestigiar a los gobiernos de signo progresista en América Latina.
El periodismo de estos días es así de torpe, incapaz de reconocer que el relato único, ese que tuvieron durante años a su arbitrio, se ha agotado. No va más, porque ya no lo soporta la gente.
En Ecuador y durante muchos años solo existieron medios privados. Se acostumbraron entonces a relatar ellos una realidad que a fuerza de esa única mirada quedaba empobrecida. Hace algunos años llegó a Quito, al Museo de la Ciudad -el antiguo hospital San Juan de Dios-, una muestra de Picasso. Los curadores resolvieron volverla muy didáctica y pusieron a dibujar, sobre todo a los niños, naturalezas muertas vistas desde distintos ángulos, pero al mismo tiempo, eran cuatro, uno en cada lado de la cuadrada mesa. Después había que juntar, yuxtaponiendo los papeles calcos; el resultado era lo que Picasso veía en su cubismo: un mismo objeto desde distintas perspectivas.
No se podría calificar de bella a la realidad, es solo la realidad, y también necesita -la social en especial- que podamos apreciar sus distintas aristas. Eso no pasaba en nuestro país. Solo con la irrupción de los medios públicos -hacen falta todavía los comunitarios- hemos asistido a la incorporación de otros relatos, sigue en pie el de antes, debe estarlo, hay que asegurarse de que lo esté; solo que ese añejo relato, cargado de intereses, sobre todo comerciales, no ha podido compartir los espacios.
Por eso las amenazas a la libertad han nacido de ese lado. La torpeza tiene ahí su origen. Pinturas y murales suscitados por ellos desvelan solamente su enorme descoloque. Hay que seguir, aun con ellos, ensanchando el espacio.
