No existe persona ni objeto que no tenga algún valor, que no sirva para algo, por más deleznable e insignificante que parezca. Es totalmente falsa la expresión “no sirve para nada”. En forma categórica decimos que toda persona, institución, comunidad y país tiene valores, que pueden ser pocos o muchos, los mismos que deben ser conservados.
No existen creaciones humanas ni materiales que sean para siempre. Es muy importante saber que los valores humanos y de la naturaleza no se conservan solos. La clave es el autoconocimiento de nuestras potencialidades y cualidades personales y comunitarias. Si no tenemos conciencia de lo que somos y tenemos, no podemos conservarlo, protegerlo.
Las cualidades y valores de una persona, comunidad y país, al igual que el patrimonio físico -como un edificio o monumento-, no se pueden conservar solos, se requiere cuidarlos, alimentarlos, darles mantenimiento, amarlos, en caso contrario se debilitan, deterioran y destruyen.
Se debe cuidar lo mejor que se pueda lo que se tiene. Es absurdo eliminar lo mejor que se tiene y reemplazarlo por algo todavía de inferior calidad. Es estúpido cambiar lo bueno por lo peor.
Frente a las presiones de la descomposición de los buenos hábitos y costumbres, es un esfuerzo muy grande conservar los sistemas de pensamientos y creencias positivos inculcados, como los principios éticos, morales y buenas costumbres, y conocimientos científicos recibidos por los padres, familiares, el sistema educativo, el barrio, la comunidad local y nacional.
Lamentablemente lo positivo que se recibe y debe conservar es cada día minoritario frente a lo negativo, destructivo, limitador, que nos bloquea y reduce nuestras potencialidades.
El esfuerzo por conservar el medio ambiente y social es cada día más difícil. La pérdida de valores no solo afecta a la persona, sino también a toda la humanidad. Lo mejor de la humanidad debe unirse para conservar y salvarnos de lo peor de la misma humanidad. (O)
