Nuestro país cada cierto tiempo nos genera alegrías y tristezas a raudales, a tal punto que el estado de ánimo y la esperanza de vivir en una isla de paz con prosperidad puede asomar de la noche a la mañana, pero también esfumarse en un abrir y cerrar de ojos. Capítulos recientes de la montaña rusa donde vivimos son la decisión de la Asamblea Nacional de archivar el proyecto de ley para atraer inversiones -un craso error de fondo-, y la clasificación al mundial de fútbol Catar 2022.
Todo esto ocurre en medio de una crisis sistémica sin precedentes que golpea especialmente a países con economía frágil como el nuestro; sabemos que a la emergencia sanitaria por la pandemia se unen el frenazo de la producción y la desocupación galopante, endeudamiento agresivo y hasta una guerra de efectos globales.
Si en este complejísimo escenario los recursos que tanto se necesitan no llegan suficientemente por vía de una balanza comercial positiva, si ya no es posible -o menos aún conveniente- extraer más dinero de la economía privada con reformas tributarias fiscalistas o recaudatorias, y si cada vez es más dificultoso y caro concretar créditos de fuente externa, lo más aconsejable era elaborar una nueva legislación que atraiga inversiones y brinde seguridad jurídica. El sector público debe trabajar con el privado, pero bajo reglas claras para cuidar los más caros intereses nacionales.
Importa atraer recursos frescos para reactivar la producción, generar trabajo y ejecutar grandes obras, para este fin no es trascendente quien proponga o defina el contenido de la ley, importa hacer una ley eficaz. Es difícil de creer que varias fuerzas políticas en lugar de darle al país una ley perfeccionada que cumpla los propósitos esperados sobre la base del proyecto remitido por el ejecutivo, prefirieron archivarla. Menos entendible es lo sucedido si pocos días antes en la Comisión de Régimen Económico supuestamente se llegó a consensos sobre cambios al proyecto de ley, justamente a pedido de legisladores de las fuerzas políticas que luego en el pleno legislativo votaron por el archivo del mismo.
Aquí no termina la historia. Sorprendió conocer después de boca del Presidente de la República su denuncia en el sentido de que varios legisladores intentaron extorsionarlo para conseguir prebendas a cambio de votos para aprobar la mentada ley. ¿Será mera coincidencia que hace muy poco la Asamblea también archivó el proyecto de ley para la regulación del lobby -cabildeos, tráfico de influencias, etc.- y la prevención de conflictos de intereses?
En suma, el país perdió otra vez, por una manera cavernícola de hacer política, con actores que olvidan al pueblo y su mandato esencial, pues buscan únicamente aniquilar al adversario y alcanzar sus propios intereses. Ante esto, al ejecutivo le quedan pocos caminos, pero si elige el de la muerte cruzada según la Constitución, puede llevarnos a un escenario aún más grave que requerirá de mucha madurez de los políticos, y de una conciencia cívica ciudadana capaz para decidir cerebral antes que emocionalmente.
