Hemos tenido unos años muy convulsionados en nuestra comunidad latinoamericana: una economía detenida, cayeron los precios de las materias primas, el populismo al alza, conflictos en todo lado. Sin embargo, lo que más preocupa a la población y a sus líderes es la corrupción, que ha sido señalada como el más significativo problema en nuestro continente; probablemente el más grave. De hecho, los desafíos más importantes son: corrupción, desarrollo de la educación y competencias y el incremento de la desigualdad.
Si miramos los titulares de la prensa, hemos ido de mal en peor. Desde el escándalo de Petrobras en Brasil que acabó con Dilma Rousseff y Luiz Inacio Lula da Silva, para degenerar en el generalizado problema de Odebrecht que ha enlodado a casi todos los países latinoamericanos. Pero la realidad es que hemos tenido una larga historia de corrupción.
Cada año, cuando Transparencia Internacional emite su Índice de Percepción de la Corrupción, nuestros países (Ecuador está en puesto 117 de 180 países) aparecen en los niveles más bajos, lo cual es una real amenaza y afecta al 30% de nuestra población. Y no hay duda de que hemos sido muy tolerantes con los políticos corruptos.
Pero una ola anticorrupción está barriendo nuestros territorios; muchos analistas indican que las últimas rondas de escándalos de corrupción están siendo investigadas y puestas un alto a sus nefastos procesos. Nuestros países tratan de mantener instituciones democráticas más fuertes; un poder judicial independiente y un activismo político de ciudadanos que usan internet como herramienta que cuestiona la vieja manera de hacer negocios estatales, presentando una dura pelea a los deshonestos. Ya no aceptamos que la corrupción lubrica el sistema; de ninguna manera es tolerable que los políticos “roban pero hacen obra”.
Ahora la gente ve la corrupción como lo que es: un veneno que se esparce en toda la sociedad con devastadores efectos. Y es que a la corrupción le sigue la violencia; si no vean que no es coincidencia que los países más corruptos de Latam -Honduras, Venezuela, Guatemala- sean también los más violentos del mundo.
Hay un despertar que causa un impacto positivo en la región. De hecho, 17 países latinoamericanos han mejorado su puesto en el ranking del Índice de Percepción de la Corrupción. Un pequeño progreso, pero en la dirección correcta. (O)
