He visto a muchos colegas profesores académicos, dar sus conferencias magistrales apoyados por presentaciones en Power Point con pantallas llenas de letras. Fracaso total. Su audiencia se duerme. Eso lo sabemos todos y además conocemos que la alternativa es ilustrar el análisis del tema contando una historia. Para esto no basta el conocimiento.
Es necesario experiencia y mucha práctica. Hay investigación científica que prueba que las historias son la forma más efectiva para transmitir información a los seres humanos, a quienes nos preocupa lo que envuelva misterio, conflicto y definitivamente a otra gente. Eso es lo que vemos en las películas y en las novelas de ficción y reales. Son historias de triunfos y de superar los retos.
Y es para esto que se necesita la experiencia práctica, para encasillar nuestro tema (y no importa que sea muy científico o cuantitativo) dentro de la estructura de una historia, mediante un arco narrativo. Para lo cual creamos un poco de drama, que en la escala humana normalmente es personificar la narración, ponerle un nombre, definir un cliente, un colega o cualquiera que tenga un problema.
Si moldeamos la información dentro de la historia, es perfectamente factible que nosotros y nuestra audiencia entendamos el tema que discurrimos, pues la gente entiende las historias a un nivel de escala humana muy fácilmente. Los gráficos, datos, diagramas de barras son información que potencialmente nuestros cerebros no están diseñados para entender, pues somos criaturas sociales.
Si queremos que nuestra audiencia entienda la información, acomodarla dentro de una historia es la forma más efectiva de hacerlo. El objetivo de nuestras presentaciones es persuadir a nuestros alumnos que hagan algo; de hecho, que se sientan felices con el producto que les estamos entregando, que compren nuestras ideas, que regresen a clase.
Como presentadores, queremos saber cómo nos está yendo con el tema. La estructura de historia en la presentación nos permite construir tensión que se muestra en las emociones de los rostros de nuestra audiencia. Y mientras más perfeccionemos esta técnica podremos guiar nuestro discurso para que tenga el mayor impacto en la sala.
El narrar historias juega con las emociones de la gente que se muestran en sus caras, lo cual nos permite ser realmente buenos presentadores, pues generamos y detectamos nuestro impacto, en tiempo real. (O)
