La preocupación mundial por la escasez del agua para el consumo humano ha sido constante. Entre sus causas tenemos la creciente demanda por los usuarios competidores, como son: la agricultura y la industria, las cuales -además- con sus procesos han aumentado la posibilidad de contaminación de las aguas superficiales y las de los acuíferos.
Al respecto, el secretario de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en la reunión de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo, Johannesburgo (2002) resumía la situación mundial indicando que más de un 1.100 millones de personas carecían de agua y 2.400 millones, de condiciones sanitarias adecuadas. Sin embargo la producción de alimentos para la sobrevivencia humana implica también la urgencia de consumir agua.
Los cereales, productos agrícolas considerados estratégicos y de obligada reserva como componente de la seguridad alimentaria, se calcula que para la obtención de un kilo de grano se necesitan de 2.000 a 3.000 litros de agua.
En cultivos como el arroz, para la producción de un kilogramo se necesitan tres metros cúbicos de agua. Para tener una idea de lo que esto significa, podríamos considerar que con el volumen de agua transportado por un tanquero grande, la cantidad de arroz que obtendríamos no pasaría de unas ocho libras.
Estas exigencias hídricas favorecen la producción agrícola de los países donde se encuentra el agua en forma relativamente abundante, mejorando su capacidad de oferta para la comercialización.
Este es el caso del Ecuador, en donde evidentemente contamos con recursos hídricos suficientes, pese a que no podemos asegurarlo objetivamente porque no contamos con un inventario actualizado, herramienta indispensable para una eficiente administración del recurso.
La exportación de productos agrícolas significa la transferencia de un inmenso torrente de agua que se traslada con el producto exportado y es lo que se ha denominado “agua virtual”, que significa “la cantidad de agua por unidad de alimento que es o que podría ser consumida durante su proceso de producción (FAO, 2003), es decir utilizada o contenida en la creación de productos agropecuarios”.
El comercio del agua virtual genera un importante ahorro de agua en los países importadores que pueden destinarla a fines más lucrativos, pero que en los países exportadores de productos primarios generan el uso intensivo o a nivel de la sobreexplotación con su consiguiente deterioro que se debe controlar.
