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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

La conspiración

20 de abril de 2020 - 00:00

Hoy tengo mucho que decirles sobre una gran conspiración. No, no soy conspiracionista, pero quiero sembrar en ustedes algunas dudas que les obliguen a investigar más y repetir menos. ¿Listos? Lo dudo, porque lo que leerán, si son cultos, será demasiado fuerte y se desmayarán.

Christopher Marlowe trabajó en secreto para el servicio de inteligencia inglesa a mediados del año 1500. Vivir de infiltrado era tan estresante que en las madrugadas, para relajarse, escribía obras de teatro. Junto a los informes secretos que enviaba a Londres, incluía sus manuscritos literarios. A través de Walsingham, secretario de la reina, consiguió un joven actor que las firmase por él y simulase ser el autor.

¿Marlowe? ¿Cuál Marlowe? Sí, un completo desconocido. ¿Qué obras escribió este tal Marlowe? Algunas que quizá usted conozca. A las principales las tituló: Hamlet, Otelo, Julio César, El mercader de Venecia, Romeo y Julieta, Antonio y Cleopatra y Macbeth. El joven actor que consiguió que firme sus obras se llamaba William Shakespeare.

What? ¿Shakespeare no escribió esas obras? ¡Sorpresa! ¿Miento? Quizá sí, quizá no. Descúbralo usted mismo y por favor, mientras googlea y busca fuentes fiables (El rincón del vago no es fuente fiable, compañeritos) busque también este nombre: Auguste Maquet.

¿Auguste qué? Maquet. Anótelo. ¿Quién es? El verdadero genio tras las obras de Alejandro Dumas. Les voy a enseñar un nuevo término: “la estrategia de los negros”. Así se llama la centenaria estrategia de recurrir a otros escritores para que escriban parte o la totalidad de los libros que luego firma otro autor.

Alejandro Dumas era un aristócrata, y claro, un aristócrata vende. ¿Quién iba a leer a un pueblerino como Auguste Maquet? Nadie. Por eso Maquet escribía el grueso de El Conde de Montecristo o Los Tres Mosqueteros mientras Dumas, con su pluma de oro, los firmaba.

¿En verdad creen que tengo mucha imaginación? Pues les cuento que Frankenstein de Mary Shelley no es más que un tributo al Quijote de la Mancha. Es más, si han leído el Quijote descubrirán en todos los capítulos de Frankenstein un guiño literario a Cervantes.

¿Por qué les cuento todo esto? Para que hagan una pausa al odio y suspendan el drama. Sé que su tiempo hoy está abocado a insultar, despreciar, destruir. Pero paren un rato, respiren y desboquen toda su frustración en esta conspiración literaria que les narro. Me lo van a agradecer. (O)

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