El pasado viernes se conmemoró el Día de la Libertad de Prensa y en nuestro país las empresas privadas de información asumieron, no una posición crítica a su trabajo en los últimos treinta años, por el contrario, ratificaron su condición de considerarse el baluarte de la libertad de expresión en el Ecuador. Parece que las elecciones pasadas les dejó pocas reflexiones a este gremio privado que vive del usufructo informativo.
Los resultados electorales significan una crítica a los medios privados y sus intenciones de continuar privatizando la opinión pública. Sin embargo, la compleja miopía de estos medios aún les hace creer que son el fondo de la democracia y la pluralidad; y la evidencia es que ya sin tapujo alguno publican su versión de los acontecimientos, sus propias y antojadizas traducciones; de tal manera que pueden hacer-decir a quienes quieran lo que ellos piensan, eso sí buscando personajes que por sí mismos aparecen como investidos de autoridad moral, sean nacionales o extranjeros. Ya no importa si se inventan entrevistas, lo que aparece siendo clave para ellos es sostener la imagen de un país que ha dejado de existir; donde eran el centro mediático y que ahora ya no lo son.
Entonces, se puede preguntar: ¿por qué insistir con procedimientos poco éticos? La respuesta es compleja porque liga tanto aspectos raciales, monoculturales y económicos. Para el caso de la televisión, esta ha sido el caldo de cultivo de un estereotipo de sociedad centrado en lo blanco-superior-diferente y excluyente. Donde los “otros” diversos aparecen como el relleno para la comedia, la burla y las malas noticias. E igual proceso ocurre con la publicidad de la cual se alimentan esos medios. Televisión y publicidad se convierten en la mejor vía de negar lo que somos como sociedad, aspirando a un modelo social centrado en el hiperconsumo.
Cuando se habla de violencia, son esos medios quienes tienen la plantilla con la que formatean a las víctimas y a los victimarios, ya que son una de las fuentes de la reproducción de un esquema de violencia sistemática, cotidiana, dosificada, encubierta en todas la formas posibles, del amor, el deseo, la prosperidad, el éxito, la fuerza, etc.
Estos medios pueden mutar perfectamente a las demandas de la publicidad; las propias noticias se construyen con ese efecto publicitario del consumo infinito. La mediatización informativa privada ha sido una de las formas tradicionales de pérdida de soberanía nacional, de debilitamiento del sistema de justicia, como de afectación a la estructura del propio modelo liberal del que surge.
La respuesta social por una democracia participativa, comunitaria y directa es la diversificación de propuestas populares de comunicación, más allá de lo llamado “alternativo”; ya que aún el Ecuador vive un monopolio informativo desde lo privado, donde el espectador, el oyente, lector, etc., están aún entrampados en un círculo de dependencia psicosocial de un patrón de comportamiento y consumo, centrado en la deshumanización y banalización de la vida.
