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El Telégrafo
José Antonio Figueroa

Colombia, elecciones y conflicto armado

12 de marzo de 2014 - 00:00

Las elecciones para Senado y Cámara del domingo pasado en Colombia tendrán un papel importante en el proceso de paz que las FARC y el Gobierno de Santos negocian en La Habana, mientras el repunte del uribismo permitirá que la extrema derecha colombiana tenga nuevamente un papel protagónico en el contexto regional y jugará un papel gravitante en las elecciones presidenciales de mayo próximo y en la futura gobernabilidad. El nuevo escenario de la curiosa política colombiana está dividido entre el oficialismo a manos de la Alianza Nacional, que está conformada por el partido de la U, el liberalismo y Cambio Radical, mientras la oposición estaría representada por Centro Democrático, el nuevo partido del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe. El Partido Conservador, que sacó una importante representación, aún no ha decidido si apoyará a Santos en su candidatura del próximo mayo, mientras la izquierda atomizada guarda sus esperanzas de recuperación solo en la importancia de figuras como Antonio Navarro Wolf y Jorge Robledo.

En sentido estricto, en Colombia nuevamente triunfó la maquinaria tradicional, se ratificaron los abrumadores niveles de abstencionismo y en los próximos meses se pondrá a prueba si la coalición del Gobierno santista es algo más que una simple colcha de retazos creada con fines electorales. Las fuerzas del Senado y la Cámara quedaron repartidas en una serie de partidos y movimientos que oscilan en su gran mayoría entre la derecha y la extrema derecha; por un lado se encuentra la coalición de gobierno denominada Alianza Nacional, que a pesar de apostar oficialmente por la culminación exitosa de los diálogos de paz, está conformada por unos partidos y movimientos que representan los intereses de los sectores tradicionales y ha mantenido una vinculación histórica con el uribismo. La coalición está conformada por el partido de la U, el partido liberal y cambio radical, que fueron los bastiones del uribismo y hoy forman la alianza que apoya a Santos, pero habrá que esperar cómo se posicione ante el Centro Democrático de Uribe que ya ha mostrado que la agenda con la que llega al Senado plantea una visceral oposición al proceso de paz, una explícita beligerancia a los gobiernos progresistas de la región y exacerba un peligroso nacionalismo.

A pesar de que el presidente Santos ha buscado con obstinación la firma de la paz y ha habido avances, las dificultades por las que ha pasado el proceso, como la restitución de tierras o la solución integral del problema del narcotráfico muestra puntos de convergencia importantes entre el uribismo y las élites representadas en la Alianza Nacional. Igualmente, Uribe sigue declarando su estridente oposición al socialismo del siglo XXI y especialmente a Venezuela, mientras exalta el nacionalismo al asumir como uno de los ejes de su plataforma política el rechazo al fallo de La Haya que busca resolver definitivamente el viejo conflicto entre Nicaragua y Colombia, redefiniendo la frontera marítima de los dos países en el Caribe.

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