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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

El cantadito cuencano

05 de noviembre de 2019 - 00:00

A propósito de las fiestas de la hermosa ciudad de Cuenca, hablemos de su acento. La percepción de quienes somos de otras regiones del país es que los cuencanos cantan. Mi abuela quiteña decía que a las cuencanas les vacunan con aguja de vitrola (tocadiscos).

En el colegio Brasil yo me ponía a bailar cuando hablaba mi compañero Simón Cordero. Él solo se reía con el típico aplomo azuayo. En la Universidad Católica decíamos que a los cuencanos les daban la partida de nacimiento en papel pautado. Por cierto, por mi mala costumbre de remedar acentos, a la media hora de pisar Cuenca me contagio del cantadito.

Hay gente que no aprecia ese acento, a mí me parece melódico. Ya analizado, no es solo cantadito, porque todos cantamos en nuestros dialectos maternos. Pero la característica del acento cuencano es el esdrujulismo. Palabras graves de tres sílabas las convierten en esdrújulas. No lo hacen conscientemente pero dicen: “No puedo ir “mÁñana”, porque tengo que escribir un “Énsayo”.

Otra característica del acento “morlaco” es el tratamiento de ciertos prefijos. En español estándar, el prefijo se une totalmente a la palabra raíz. Por ejemplo, cuando el prefijo DES- se une a la raíz AYUNO, pronunciamos de-sa-yu-no. Los cuencanos y las cuencanas, en cambio, mantienen separado al prefijo y toman des-a-yu-no, incluso haciendo vibrar la S como la Z inglesa: [dez.á.iu.no].

Luego está la característica clave del acento cuencano: la pronunciación palatal (en el paladar) de la LL. La tendencia mundial en español es el yeísmo: calle se convierte en [ká.ye]. Antes en Quito pronunciábamos la LL como ZH  (como la J francesa o inglesa), es decir, como pronuncian los argentinos.

La equivocada idea de que eso era de origen indígena hizo que las nuevas generaciones sigan el yeísmo. Volviendo a Cuenca, la LL es palatal como en el español del siglo XVI, como en Loja, como en Tulcán, como en Pasto, como en la Sierra de Bolivia, lugares aislados. Lástima que las adolescentes cuencanas ahora dicen [ká.ye]. (O)

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