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El Telégrafo
Martin Granovsky

Teléfono a Bullrich y a Bolsonaro

19 de diciembre de 2018 - 00:00

El Papa se refirió en Roma a los asesinatos que comete el Estado. Ante la Comisión Internacional contra la pena de muerte llamó la atención “sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, que son un fenómeno recurrente en países con o sin pena de muerte legal”.

La definición usada por Francisco fue precisa: “Se trata de homicidios deliberados cometidos por agentes estatales, y a menudo se los hace pasar como resultado de enfrentamientos con presuntos delincuentes o como consecuencias no deseadas del uso razonable, necesario y proporcional de la fuerza para proteger a los ciudadanos”. Dijo el Papa que “todo uso de la fuerza letal que no sea estrictamente necesario solo puede ser reputado como crimen de Estado”.

El mensaje papal se produce días después de que en Argentina la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quiso abolir principios jurídicos nacionales e internacionales mediante un protocolo que quita límites a las fuerzas de seguridad.

En otra parte del mensaje, consideró Francisco que “las reflexiones en el campo jurídico y de la filosofía del derecho se han ocupado tradicionalmente de quienes lesionan o interfieren en los derechos de los demás”, pero que “menor atención ha suscitado la omisión de ayudar a otros cuando podemos hacerlo”.

Lo que el Papa llama “cultura del cuidado” sería el marco de lo que define como “auténtico desarrollo” basado en el concepto de “amor social”. En su discurso, el Papa reconoció que en el pasado, “incluso en el Estado Pontificio se ha recurrido a esta forma inhumana de castigo, ignorando la primacía de la misericordia sobre la justicia”.

Eran épocas pasadas, cuando el recurso a la pena de muerte podía aparecer “en algunas ocasiones como una consecuencia lógica injusta porque se carecía de los instrumentos que tenemos para la tutela de la sociedad y aún no se había alcanzado el grado actual de desarrollo de los derechos humanos”. La conclusión: “Si Dios es un padre que siempre espera el regreso del hijo que, sabiendo que se ha equivocado, pide perdón e inicia una nueva vida, no se le puede quitar a nadie la vida ni la esperanza de su redención y reconciliación con la comunidad”. (O)  

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