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El Telégrafo
Maximiliano Pedranzini. Ensayista argentino

Bolsonaro o el rostro del neofascismo sudamericano

18 de octubre de 2018 - 00:00

Aún no se ha celebrado el balotaje y ya se piensa a Jair Messias Bolsonaro ​​como nuevo presidente de Brasil. Y que parece que lo que fuera, luego de la tremenda elección que realizara el pasado 7 de octubre, con el 46 % de los votos, y con un favoritismo del 58 de cara a la segunda vuelta de finales de octubre. Es probable que lo sea. Es muy probable que su arribo al Palácio do Planalto ponga a prueba todos nuestros juicios sobre las formas de representaciones políticas y la construcción de poder. Sobre todo, esto último. El impacto de su figura en la región generaría las condiciones para el surgimiento de fuerzas políticas con un espíritu muy similar, o, con rasgos que transitan por esa dirección: la de una derecha ultraconservadora. La del neofascismo, como atinadamente se la ha llamado, siguiendo el camino que abrió Donald Trump en noviembre de 2016.

El Partido Social Liberal, liderado por este ex capitán del ejército, consiguió reunir a varios grupos de la derecha más rancia de todo Brasil en un bloque “mesiánico”, tal como indica el segundo nombre del candidato paulista: “Brasil acima de tudo, Deus acima de todos” (Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos); teniendo como bases de apoyo y legitimad moral y simbólica a las iglesias evangélicas (entre las que se encuentra la Iglesia Universal del Reino de Dios de Edir Macedo) y las fuerzas armadas, sectores de los que proviene. En un lapso de tiempo muy breve, Bolsonaro demostró una gran capacidad de convocatoria y un modo de interactuar con la población de mucha cercanía. Cualquiera lo tildaría de “populista” -algo que venimos escuchando hasta el hartazgo-, pero sería caer en una banalidad y simplismo que no permite vislumbrar los factores que llevaron a la aparición de este fenómeno político tan peculiar como aterrador.

Bolsonaro tiene un mérito insoslayable: pasar de ser un político completamente marginal de un partido de segundo orden a erigirse como el líder abiertamente reaccionario de buena parte de una sociedad que, al haberlo votado, terminó por desnudar una manera de pensar y de sentir, entre la convicción y el malestar. Y el siempre complejo termómetro social dio su veredicto en las urnas. Una derecha con aceptación popular alarma a cualquiera con un ápice de memoria y un poco de historia sobre sus espaldas. Ni hablemos si es la extrema. El haber logrado construir consenso, incluso con sectores que jamás se hubieran atrevido a apoyar propuestas como las que encabeza, muestra la radiografía de un panorama social y político con fracturas múltiples cuyo emergente lleva el nombre de este militar retirado.

Ahora, ¿cuáles son los motivos que colocan a este personaje -hoy, protagonista de una tragicomedia sudamericana- a tiro de ser elegido presidente? Uno animaría a poner sobre la mesa de apuestas -si el análisis político fuera un juego de azar- las cuerdas del descontento social cuyos nudos son abundantes. Ergo, las insatisfacciones que unifiquen y dinamicen a las sociedades, siempre serán el caldo de cultivo de expresiones políticas como la que estamos atestiguando. ¿Inesperado será verlo con la banda presidencial? Dado los acontecimientos domésticos de los últimos tiempos, y sumado al estrepitoso giro a la derecha del planeta, diría que no. (O)

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