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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

Bolívar

17 de septiembre de 2019 - 00:00

La serie Bolívar (de Netflix y Caracol) es una telenovela como otras. En cuanto a ello, no merecería demasiada atención. Sin embargo, creo que es algo más. Porque, aunque me hubiese gustado ver una producción de otro tipo, menos banalizada o romantizada, también creo que ha cumplido una labor que una serie distinta no hubiera logrado al mismo nivel. Una labor, quiero decir, de cultura popular, pero también de difusión –si bien algo imprecisa– de una parte medular de nuestra historia.

Esa labor no es menor. Y no lo es porque ha logrado que la atención de muchos vuelva a los albores de nuestra libertad y también de nuestra sempiterna decadencia. Porque decadentes éramos con los españoles –a su turno considerados tales entre los europeos de entonces– y decadentes fuimos prontamente en una serie tan rápida y devastadora de sucesos que provocaron la caída de un sueño en medio de conspiraciones y otros tantos males tan nuestros.

Sin llegar a entronar la imagen de Bolívar –sin esconder los defectos personalistas de su carácter– hay que decir que cumplió una labor impresionante, que con justicia le valió la admiración de las personalidades más importantes de su tiempo. Su legado, como el de Sucre, se atan ineludiblemente a nosotros (los ecuatorianos de hoy). Y no solo por la independencia, sino también por las mujeres que junto a ellos lucharon o conservaron su legado: Manuela Sáenz y Mariana Carcelén.

En particular, y con sobra de méritos, se destaca a Manuela Sáenz, retratada como una patriota ya antes de los tiempos de Bolívar, como una mujer que jamás se sometió a los convencionalismos sociales y cuya valentía le valió un lugar en la historia, aunque solo un reconocimiento (interno, no necesariamente externo) muy tardío: según se dice, durante su exilio peruano, Manuela se encontró con Garibaldi (uno de los padres de la patria italiana) y Herman Melville (el autor de la universal Moby Dick), una muestra del interés que suscitaba su figura.

Pero la serie también retrata al proyecto grancolombiano como una empresa fracasada desde sus entrañas. Y acaso sea esto lo que más deba destacarse en estas tierras que, doscientos años después, siguen en busca de su destino (todavía entre insidias y, en muchos casos, en medio de personajes nefastos). (O)

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