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El Telégrafo

Boda y bombardeos

06 de mayo de 2011 - 00:00

Durante las últimas décadas, y talvez un poco más, en el campo geopolítico, se ideó un plan siniestro, sustentado en una teoría funcional  y despiadada elaborada por las grandes potencias mundiales  de Occidente, para articular  políticas neoliberales que permitieran  el dominio de los países ricos y opulentos   y militarmente superpoderosos sobre las naciones débiles y subdesarrolladas, y hasta indefensas  del orbe.

Las formas de subyugación  científica-tecnológica   y de dependencia  financiera, que desde antaño les permitieron  solventar la  supremacía  de las metrópolis sobre  sus colonias, ya no eran    suficientes y no les bastan  para sus propósitos de opresión.

En su horizonte totalizador  de dominación del planeta, los grupos que manejan  el orden mundial no han permitido ni siquiera  la coexistencia aislada pero pacífica de las civilizaciones, o de  proyectos históricos y culturales  compartidos por  toda la humanidad, y más bien se ha respondido -y se responde- con la matanza indiscriminada, la actividad  genocida, el bombardeo masacrador, frente a las diferencias culturales.

La acción  imperial  grosera y prepotente se está dando nuevamente en Libia, como antes fue en Corea y  Vietnam, en Granada y Panamá, y  en Afganistán e Irak.

Empero en  estos tiempos tumultuosos, el  binarismo más  primario nuevamente muestra su desfachatez, la presentación de un  matrimonio real, que las grandes cadenas de televisión   convirtieron  en  espectáculo  mundano, con connotaciones casi fetichistas -cuya factura la pagarán los contribuyentes  y quién sabe  si  los pueblos menesterosos- y agenciado por nostálgicos monárquicos, es la manifestación más trágica de la decadente interacción  de la realeza  europea, que se ahoga en joyas y  ropa exclusiva,  fiestas deslumbrantes  donde aterrizan del espacio  globos, mistura y salvas.

Pero en el norte de África, el escenario es distinto, no cae confite ni se  beben vinos espumantes, del cielo  llueven bombas que matan mujeres niños y ancianos,  los mismos tiempos para dos entornos geográficos  separados por el océano.

En estas jornadas infamantes para el   ser humano, en estos días trágicos del devenir de  los pueblos que se encuentran solo premunidos del pesimismo  de la razón, solo queda la rabia espesa de la lucha social.

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