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El Telégrafo
Kléver Antonio Bravo

Batalla virtual

26 de noviembre de 2020 - 07:20

La tecnología y la pandemia nos permiten apreciar enfrentamientos de todo calibre, como la batalla del martes 24 de noviembre de 2020. No fue una batalla campal, simplemente los oponentes declararon la guerra y se fueron al campo de batalla virtual. Los unos para disparar bombas lacrimógenas caducadas, dando a entender que el otro bando, con las cortinas de humo, tenían las de ganar. O sea, la victoria ya estaba cantada. Claro; si desde Carondelet, la señora ministra de Gobierno, en su última hora de funciones, aplicaba su estrategia de defensa con argumentos reales y al frente de la cúpula policial; en el otro bando, la estrategia ofensiva de los 104 votos aprobó la censura y destitución con la mejor arma de su arsenal: las cortinas de humo. Y sí que dieron en el blanco; de este modo, triunfaron las huestes del correísmo y del PSC y triunfó también el grupo de comandantes de los repartos menores atrincherados en las otras tiendas políticas. Vinieron, votaron, vencieron.

Si las bombas lacrimógenas caducadas fueron razón o pretexto para esta batalla virtual, merece recordar lo que sucedió en octubre de 2019, según el parte de guerra. Allí se enfrentaron miles de uniformados en nombre del artículo 158 de la Constitución de Montecristi, frente a decenas de miles de combatientes mariateguistas en cuyas filas se escondían mercenarios que aplicaban el Mini manual de guerra urbana de Marighela. Durante los once días de batallas campales, los primeros defendían la seguridad y la paz con bombas lacrimógenas caducadas y material disuasivo, no letal. En el otro bando, los infiltrados y mariateguistas emplearon armas ofensivas caseras que provocaron pánico, sin que por ello disminuya la moral de los uniformados. Eso jamás.

En aquellos once días, fueron detenidos 1.192 a nivel nacional, de los cuales el 90 % eran jóvenes de entre 15 y 24 años de edad. Juventud puramente combativa. En cuanto a los números trágicos, hubo 9 muertos y 1.340 heridos. A esto se suma una mancha ignominiosa: los grupos de policías y militares secuestrados en Chimborazo y Cotopaxi, y un grupo menor de policías que fueron humillados públicamente en el Ágora de la Casa de la Cultura; además, el mensaje más desenfrenado de uno de los líderes indígenas: “patojo de mierda”.

Ahora que está de moda la palabra “supuesto”, pensemos en el supuesto del no uso de las bombas lacrimógenas caducadas, considerando que la supuesta consigna era destituir al presidente y tomarse el poder por la fuerza. No en vano los combatientes urbanos quemaron tres edificios de la Contraloría, cuyos protagonistas detenidos alegaron estar allí “por curiosos”. En ese mismo día sábado 12 de octubre, los combatientes revolucionarios atacaron el canal de televisión Teleamazonas y el diario El Comercio, con inexplicable dedicatoria. Entonces… ¿Cómo estaría Quito si no eran empleadas esas bombas lacrimógenas caducadas? Y otra pregunta de cajón: ¿Quién más defendía la ciudad… acaso el alcalde? (O)

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