Desde mi experiencia en la gestión universitaria y mi posición política de izquierda, presente hoy, con los mismos objetivos, en función de los intereses del pueblo y la nación, debo expresar que los cambios en la educación superior son indispensables y deben ser permanentes.
El objetivo de vincular a la universidad con el desarrollo del país es válido, clave. La preocupación por lograr en las universidades organización adecuada y excelencia académica, así como una conducción eficiente, tiene justificación plena. También su gestión autónoma y el respeto a principios irrenunciables como libertad de cátedra, universalidad del conocimiento y vinculación con la comunidad para difundir los resultados de las investigaciones y la cultura nacional. La Universidad por fin, debe ser democrática, ajena a todo tipo de discriminación. Universidad, ciencia, cultura, nación, se confunden en un todo armónico, dialéctico, que coadyuvan al cambio para lograr objetivos supremos del pueblo, su liberación y bienestar.
Lo que se ha hecho en estos últimos años ha sido positivo; no obstante, es insuficiente. Se han cometido errores, no hay dudas, y se los debe corregir, para evitar distorsiones y confusión, que políticamente perjudica al proceso de cambio que vive Ecuador.
Estamos a tiempo de rectificar, sobre todo en la gestión interventora del CES en algunas universidades. Debe marcarse con claridad meridiana las diferencias en gente, métodos y propósitos de los gobiernos de la partidocracia, con el de la Revolución Ciudadana (RC).
En este marco no puede ni debe aceptarse que una universidad se convierta en centro de conspiración, que pueda hacer lo que le da la gana o interese a sus directivos, al margen de la ley.
Por ello, debo expresar mi sorpresa y crítica a lo que se dio en un acto de supuesto homenaje a Enrique Ayala, exrector de la Universidad Andina, por parte de dirigentes políticos de oposición, que más parecía de conspiración contra el Gobierno.
Recordamos a ciertos personajes políticos que estuvieron presentes, que en su turno, con sus gobiernos, menospreciaron, sabotearon y atropellaron la gestión y autonomía universitaria, directa o indirectamente, intervinieron en todo intento de modernización y reforma, pues no convenía a los intereses del poder oligárquico que representaban. A veces lo hicieron con pandillas infiltradas; violentamente, llegando hasta a la represión policiaca y militar violenta. Incluso, decenas de dirigentes y estudiantes fueron asesinados.
Sorprende que ellos, a título de solidarizarse con el otrora destacado académico y dirigente socialista, se hayan reencontrado en el evento, que devino en cónclave conspirativo; que, por cierto, contó con el apoyo publicitario de la gran prensa. Miembros de exgobiernos de derecha, de la dictadura militar, junto a perdidos sindicalistas y unos cuantos académicos, así como algunas respetables personalidades, confundidas en este entrevero politiquero, coincidían en la crítica al régimen y en la necesidad, como lo expresó el mismo Ayala, muy suelto de huesos, en la urgencia de ‘unidad’ por un supuesto ‘patriotismo’; convocó para el efecto a los Peñaherrera, Hurtado, Rodríguez Lara, Dahik y otros que con sus gobiernos contribuyeron, más allá de sus acciones antiuniversitarias, a entregar el país e hipotecar la nación.
Pobre concepto y alcances de ‘unidad patriótica’ exhibido por Ayala. Triste desenlace de un viejo militante socialista, obnubilado por sus intereses universitarios elitistas y el aborto del plan de perpetuarse en la Universidad Andina, propiciando ilegalidades y sacrificando principios, para sostener posiciones que bien se empatan con el afán oligárquico de restauración conservadora. (O)
