O mejor dicho, así se está votando: con marcas históricas de participación, una ola de sufragio anticipado y por correo, injustificadas sospechas y una posible convulsión política y social.
Aquí el voto no es obligatorio y por eso a los encuestadores les resulta complejo trasladar los números de preferencia por un candidato a una verdadera intención del voto, porque a última hora hay electores que cambian de opinión y simplemente no salen a votar. No obstante, este año es distinto porque el voto por correo y el voto anticipado (que se ofrece en casi todos los estados) han tenido una acogida abrumadora.
Yo voté el viernes y el recinto electoral estaba muy congestionado. Hace cuatro años fui al mismo lugar, pero en el día oficial de las elecciones y había quizás la cuarta parte de la asistencia. Quienes votan en persona pueden usar una terminal de computación o llenar la papeleta que uno mismo inserta en un escáner que además almacena los documentos. Hasta el viernes en la noche más de 90 millones de electores, de un total de 218 millones habilitados, ya habían sufragado o por correo o en persona.
Aquí es donde viene el problema: el candidato presidente no está del todo conforme con el voto postal porque alega que puede ser susceptible de manipulación. Y se prevé una batalla legal porque la Corte Suprema ha permitido que ciertos estados sí puedan recibir los votos por correo algunos días después del 3 de noviembre. Ya se sabe que, de ser necesario, se impugnarán resultados ante la justicia, como sucedió hace 20 años con Al Gore y George W. Bush. En ese entonces la Corte Suprema, en la que actualmente el partido de gobierno tiene amplia mayoría, frenó un reconteo de votos en Florida y dio paso a la victoria de Bush.
Si bien las encuestas dan por (amplio) favorito al demócrata Joe Biden, existe una histórica campaña para motivar el sufragio, pues en 2016 un escenario de optimismo similar aparentemente relajó a miles de simpatizantes de Hillary Clinton, quien perdió en la recta final. Empresas, organizaciones civiles y voluntarios ofrecen desde transporte gratuito hasta asesoría logística y legal para electores novatos.
Esta vez los demócratas han pedido que se envíe un mayor número de papeletas en estados como Carolina del Norte, Texas, Pensilvania y Florida porque esperan una participación inédita de votantes a su favor.
Sea como fuere, los medios están conscientes que difícilmente se podrá determinar quién ganó el 3 de noviembre. Muchos han decidido hacerse eco de las proyecciones de la respetada agencia de noticias Associated Press, que en cada elección combina cuatro factores: tendencias en cada estado, incidencias del día de la jornada electoral, encuestas propias a boca de urna y conteos preliminares oficiales.
Los edificios del centro de Washington, donde trabajo, están protegidos con revestimientos de madera en anticipación a jornadas de protesta. Acá no hay sánduches ni empleados públicos movilizados forzosamente pero sí está sembrada desde la retórica política la misma semilla del resentimiento y la división. La historia dirá si la semana larga que está a punto de empezar habrá valido la pena. Ojalá que sí. (O)
Aquí el voto no es obligatorio y por eso a los encuestadores les resulta complejo trasladar los números de preferencia por un candidato a una verdadera intención del voto, porque a última hora hay electores que cambian de opinión y simplemente no salen a votar. No obstante, este año es distinto porque el voto por correo y el voto anticipado (que se ofrece en casi todos los estados) han tenido una acogida abrumadora.
Yo voté el viernes y el recinto electoral estaba muy congestionado. Hace cuatro años fui al mismo lugar, pero en el día oficial de las elecciones y había quizás la cuarta parte de la asistencia. Quienes votan en persona pueden usar una terminal de computación o llenar la papeleta que uno mismo inserta en un escáner que además almacena los documentos. Hasta el viernes en la noche más de 90 millones de electores, de un total de 218 millones habilitados, ya habían sufragado o por correo o en persona.
Aquí es donde viene el problema: el candidato presidente no está del todo conforme con el voto postal porque alega que puede ser susceptible de manipulación. Y se prevé una batalla legal porque la Corte Suprema ha permitido que ciertos estados sí puedan recibir los votos por correo algunos días después del 3 de noviembre. Ya se sabe que, de ser necesario, se impugnarán resultados ante la justicia, como sucedió hace 20 años con Al Gore y George W. Bush. En ese entonces la Corte Suprema, en la que actualmente el partido de gobierno tiene amplia mayoría, frenó un reconteo de votos en Florida y dio paso a la victoria de Bush.
Si bien las encuestas dan por (amplio) favorito al demócrata Joe Biden, existe una histórica campaña para motivar el sufragio, pues en 2016 un escenario de optimismo similar aparentemente relajó a miles de simpatizantes de Hillary Clinton, quien perdió en la recta final. Empresas, organizaciones civiles y voluntarios ofrecen desde transporte gratuito hasta asesoría logística y legal para electores novatos.
Esta vez los demócratas han pedido que se envíe un mayor número de papeletas en estados como Carolina del Norte, Texas, Pensilvania y Florida porque esperan una participación inédita de votantes a su favor.
Sea como fuere, los medios están conscientes que difícilmente se podrá determinar quién ganó el 3 de noviembre. Muchos han decidido hacerse eco de las proyecciones de la respetada agencia de noticias Associated Press, que en cada elección combina cuatro factores: tendencias en cada estado, incidencias del día de la jornada electoral, encuestas propias a boca de urna y conteos preliminares oficiales.
Los edificios del centro de Washington, donde trabajo, están protegidos con revestimientos de madera en anticipación a jornadas de protesta. Acá no hay sánduches ni empleados públicos movilizados forzosamente pero sí está sembrada desde la retórica política la misma semilla del resentimiento y la división. La historia dirá si la semana larga que está a punto de empezar habrá valido la pena. Ojalá que sí. (O)
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