Los primeros meses de la Asamblea Nacional han estado marcados por polémicas caracterizada por camisetazos, fragmentación de fuerzas, conflictividad interna, escándalos y una baja producción legislativa y de fiscalización.
Las dificultades para nombrar a sus autoridades, los conflictos entre la presidenta de la legislatura Guadalupe Llori y el presidente de la Comisión de Fiscalización, Fernando Villavicencio, el escándalo de Rosa Cerda investigada por hacer apología del robo, hasta el último conflicto protagonizado por su segunda vicepresidenta, Bella Jiménez, han minado la aprobación y credibilidad del Legislativo. Ello, luego del buen escenario en el que la Función iniciara su gestión.
Los señalamientos en contra de Bella Jiménez, acusada de recibir coimas por gestionar cargos públicos, no son nuevos en el Palacio Legislativo. Similares acusaciones surgieron en el anterior período con los denominados ‘diezmos’, que provocaron la destitución las asambleístas Ana Galarza (CREO) y Norma Vallejo (Alianza PAIS). En esta ocasión, las imputaciones contra Jiménez se dan por supuestamente haber cobrado a dos personas para que ingresen a trabajar en su despacho: un asesor y un asistente.
La Comisión de Fiscalización ya ha anunciado la existencia de nuevos casos de asesores y legisladores que estarían incurriendo en este tipo de prácticas. Ello permite visualizar un escenario obscuro para la Asamblea en el futuro.
En lo que respecta a producción legislativa, los cien días de trabajo de la Asamblea, también se han mostrado poco productivos. La aprobación de leyes no ha resultado fácil producto de la dispersión de fuerzas al interior del organismo.
Los problemas que a atravesado el Legislativo desde que se asumió como Asamblea Nacional han sido permanentes. Hoy se plantea una reforma constitucional para que la Función Legislativa vuelva a ser bicameral, ante lo cual, es importante señalar algunas cuestiones de fondo. La opción de tener dos cámaras o reducir el número de legisladores no podría verse como una solución definitiva, pues al igual que en la Asamblea actual, personajes que hoy están en el ojo del huracán podrían nuevamente llegar a ocupar una curul en una de esas cámaras.
Es importante en ese sentido, que el país cuente con organizaciones políticas reales. Una democracia se sustenta en partidos y movimientos políticos sólidos, que respeten a sus bases y que sigan verdaderos procesos democráticos internos.
El país ha sido testigo cómo organizaciones políticas han constituido sus candidaturas de la noche a la mañana, sin una adecuada selección y producto de un debate interno. Ello ha provocado que varios personajes lleguen a la Asamblea sin un conocimiento cabal de la realidad política, social y no entiendan el verdadero rol del asambleísta.
Muchos de los problemas al interior de la Asamblea no van a desaparecer mientras no se dé una renovación de los partidos y movimientos políticos del país. Es necesario recordar el desgaste que tuvieron las organizaciones políticas, producto de malas prácticas, pero también por una estigmatización permanente durante administraciones pasadas.
Una mejor Asamblea no será posible sin el fortalecimiento de las organizaciones políticas, que permitan mejorar la calidad de la representación desde su origen. Es hora de fortalecer a las organizaciones. Ello evitará el surgimiento de nuevos caudillos que se escuden en procesos pseudo democráticos internos y se crean con el derecho de designar a dedo a quienes encabezarán una candidatura nacional o seccional. La Asamblea va en picada.
