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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

Armamento retórico del opinador

19 de junio de 2019 - 00:00

La ciencia de la comunicación define con claridad el género de opinión: es un texto personal sobre un tema o problema de la realidad, dirigido a un público específico, elaborado con técnicas expresivas comunes a un discurso estructurado. Mientras las noticias se centran en los hechos, las opiniones pueden partir de una noticia y son subjetivas. Ambas requieren procesos de investigación.

Según los especialistas, tres características fundamentales determinan al género de opinión: no trabaja directamente sobre los hechos; no transmite datos, y se ocupa de ideas y opiniones. Un artículo de opinión deduce consecuencias teóricas, políticas, económicas o culturales.

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince propuso algunas recomendaciones para quienes ejercen el periodismo de opinión, porque “si queremos tener influencia en el mundo contemporáneo, tenemos que revisar nuestro armamento retórico para llegar a los nuevos públicos: Estudia y practica, verifica los datos; no seas esclavo de la actualidad; no te resistas ni te fuerces, hay que parar oreja; todo artículo debe ser un ensayo breve; no trates a tus lectores como bobos ni como genios; haz que el lector se concentre, pero que no se rompa los sesos; hoy en día los lectores opinan sobre tus opiniones y también tus colegas; no almuerces con políticos ni con poderosos, a menos que sean amigos de juventud; perdónate los errores y las columnas fallidas; tener una columna muy leída da un poder o lo daba; estudia el tema, lee; y, pon en cada párrafo una argumentación”.

Por lo visto, opinar es interesante y un desafío. Interesante porque hay que leer, comprender los hechos y construir miradas con argumentos. El género de opinión es un ejercicio intelectual invaluable, que tiene mucho de ética y estética. Y es un desafío porque se trata de llenar una silla vacía, que corresponde a la ciudadanía. Y no es fácil cumplir esta misión. Lo bueno es que el lector puede discernir: acordar o discordar. Y además calificar el escrito al final de la lectura.

La idea es que, en última instancia, el lector sea un ganador. ¡Y que los opinólogos se preparen y dejen de improvisar!  (O)

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