Ekapol Chanthawong es el entrenador de fútbol, exmonje budista de 25 años, que cuidó de los 12 niños atrapados en una cueva tailandesa. Aquel cuidado y enseñanzas que Ekapol dio durante el período crítico seguía los preceptos filosóficos de su preparación como monje.
El acto de Ekapol lo podemos contraponer al maltrato que propinan los malos profesores a los alumnos en Ecuador.
Para educar hay que tener formación en ciencias humanas, ética, filosofía, lo que casi no existe hoy en las mallas curriculares. Más bien, hoy se da mayor valor a lo técnico, cuya justificación se basa en la idea loca de que la educación debe subyugarse solo a las necesidades del país. Pero sin lo uno, no puede haber lo otro.
Hace poco el estudioso Howard Gardner dijo que, para ser buen profesional, primero hay que ser buena persona.
Esto difiere de la “excelencia” o el ideal perfeccionista que dejó el gobierno anterior, que ya hemos visto en qué acaba eso si no se es, como refiere Gardner, “buenas personas”. Ser profesor es sin duda una labor difícil que debe necesitar antes sólidos referentes lógicos y éticos, más que poder cumplir con normas institucionales hasta religiosas o con exigencias burocráticas requeridas desde la tecnocracia jerárquica, la que mayormente poco sabe sobre el ejercicio de la profesión que se encuentra evaluando.
Tampoco es algo que viene dado por afiliaciones gremiales y peor políticas. Ahora se vino la evaluación psicológica a profesores, pero las pruebas psicotécnicas no previenen, ni detectan gangrenas ideológicas o posibles contingencias. Lo mejor sería entonces que un docente esté del lado de los estudiantes, como Ekapol, y no de la burocracia.
Existe el maltrato porque faltan el razonamiento, la ética y la metodología de enseñanza. Si a las instituciones educativas no les interesa tener profesores éticos y librepensadores “porque son un peligro”, sino a los que cumplan con papeleos, pasen pruebas psicométricas y cobren menos, entonces tendremos lo que tenemos. (O)