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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Aplicación de ley frena a los insultadores

05 de abril de 2014 - 00:00

Con el imperio de la ley en el régimen de la Revolución Ciudadana, se extinguen, paulatinamente, los insultadores asambleístas, dirigentes de la moribunda partidocracia  y articulistas de los medios comerciales, acostumbrados a irrespetar e injuriar al prójimo y a sus adversarios. Es que ya le llegó la hora al infractor, de responder ante los tribunales de la justicia. Ha dejado de funcionar la manoseada estrategia de  declararse perseguido político o víctima de la tiranía, cuando los pendencieros eran llamados al orden por la firmeza de la autoridad judicial. Se olvidaron de que en una sociedad organizada, si no se acatan las disposiciones vigentes, sobrevienen el caos, el estallido de la violencia y la alteración de la paz.

No hace mucho tiempo, alevosos asambleístas, alineados en la oposición, con el amparo de una relativa mayoría, utilizaban frases lesivas contra el Presidente de la República y funcionarios de relevancia administrativa con la ansiedad de destacarse y ser tomados en cuenta por la prensa sensacionalista, vinculada con la extrema derecha. Hoy,  todavía sobreviven algunos intrusos, que a nombre de la libertad de expresión se atreven a vociferar contra el régimen del Buen Vivir. Uno de ellos acusa al mandatario Rafael Correa de haber ordenado incursiones armadas al hospital de la Policía el 30 de septiembre de 2010 y fingir su secuestro, sin aportar prueba alguna. ¿A quién se le ocurriría comparar al Primer Magistrado con Hitler? La respuesta: solo a un desquiciado.

Por el bien de la tranquilidad de la nación, el afianzamiento de una mayoría parlamentaria de Alianza PAIS contribuye a poner fin a las trifulcas y a los insultos como fórmula de la oposición para conseguir atención a sus demandas absurdas. Los odiadores, que ya son pocos, sin respaldo, apenas con el aliento de la prensa privada, se van quedando aislados y solo con la opción de refugiarse en la selva o entregarse para pagar por sus desatinos.

Es lamentable que, con el pretexto de la defensa de los derechos humanos, articulistas privados se pronuncien y difundan su apoyo a los difamadores. No confundir la crítica altiva, que ayuda a enmendar errores, con la calumnia e injuria que entorpecen la gobernabilidad.

Sin argumento, un analista académico asegura que, con el control de las funciones del Estado, se ha instaurado el miedo como forma de gobierno para silenciar a la oposición  e invoca a una pronta rebelión. Si la protesta pública y la bullanga callejera prácticamente han desaparecido del escenario político no es por miedo, sino por la superación de las causales para esas movilizaciones promovidas por conocidos conspiradores, que yacen postergados en sus refugios. En este gobierno se consideran los reclamos, pero dentro del marco de la ley y el orden constituido.

Es tiempo de sepultar el pasado tenebroso y promover el diálogo en la búsqueda de soluciones a los problemas que agobian a los pobres de la patria. Mediante el uso de la razón es posible hacer realidad el anhelo de paz, para seguir construyendo el nuevo país.

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