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El Telégrafo
María Paz Jervis. Decana Universidad Uisek

Anticorrupción: un nuevo relato

07 de septiembre de 2020 - 00:00

La corrupción constituye uno de los grandes problemas de gobernabilidad en América Latina y de manera específica en el Ecuador. Los escándalos de corrupción no son nuevos, no se inventaron ahora. Pero es innegables que en los últimos años se han montado las estructuras de corrupción más organizadas y extensas que conocimos, al punto de atentar contra la existencia misma del Estado. Pero ventajosamente durante el último período estos escándalos de corrupción están siendo investigados y denunciados. Y pese a que no hay suficientes sentencias condenatorias y desde la ciudadanía sentimos profunda decepción, hay algo positivo de haber tocado fondo en materia de corrupción. Lo primero es que ahora sabemos que todos los estamentos de la sociedad son corruptibles; que casi todos los poderes del Estado han sido cooptados por los ladrones (algunos siguen estándolo); y que la ambición por dinero y la falta de valores puede rebasar cualquier pudor y ética pública. Para robar, no hay límites.

La principal ventaja de este estallido es que ahora lo sabemos; que se investiga, que se denuncia, y que nos indigna. El Estado ha sido muy ineficiente para crear condiciones de trasparencia y para combatir la corrupción, pero en estos últimos dos años al menso recuperamos esperanza al ver una mínima institucionalidad en la lucha contra la corrupción que en otros períodos habría sido impensable Este camino apenas inicia. La transparencia es la antítesis de la corrupción y constituye un pilar de la democracia.

Ahora bien, cuando hablamos de corrupción todos tenemos una idea general que implica hacer mal uso de recursos, violentar normas legales, básicamente robar de diversas formas. Con frecuencia pensamos en lo público como el espacio natural de la corrupción. Pero es importante recalcar que los gobiernos no pueden ser corrompidos sin individuos que lo hagan, sin privados que participen de la corrupción. Es decir, que esta lucha es de todos y desde todos los espacios. Para ello es claro que hay que dar un giro completo al ejercicio de la ciudadana, a la discusión pública, a los valores que enseñamos y que defendemos. Es imperante nuevos relatos que incluyan a las nuevas generaciones y que reflejen la dinámica de la sociedad contemporánea, de un mundo frenético, inmediatista, de inmensas desigualdades, pero también de grandes conquistas. Los nuevos relatos deben incluirnos a todos y a todas, en nuestra diversidad y desde nuestra realidad; deberían recuperar aquellos principios que no han cambiado como la responsabilidad, la ética y respeto. Todo ello en pleno respeto y defensa de los Derechos Humanos. (O)

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