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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

Algo más sobre el papa Francisco

06 de octubre de 2015 - 00:00

En aquella noche del domingo 27 de septiembre, sucedió que al término de la redacción de mi artículo ‘Francisco y su fuerte oratoria’, publicado en esta misma sección el martes 29, concluí abruptamente mi trabajo y alcancé a enviarlo de inmediato. Tan mal me sentía. La fiebre me atormentaba. Pensé que estaba casi al borde de la inconsciencia. Pido perdón por mi fragilidad y por mi falta de resistencia ante la enfermedad. Creo por eso que a partir de entonces, yo tenía una deuda, no solo con Su Santidad, el papa Francisco, sino además con ustedes, lectores, pues aquel trabajo periodístico había quedado incompleto.

Por primera vez Francisco, de 78 años, visitaba Cuba y Estados Unidos. En la isla del Caribe, en donde permaneció desde el sábado 19 de septiembre hasta el martes siguiente -logrando visitar tres ciudades-, durante su homilía expresada en la misa celebrada ante 100.000 personas reunidas en la Plaza de la Revolución, en La Habana, el Pontífice centró su mensaje en el servicio. Entre otras expresiones dijo: “La importancia de un pueblo, de una nación, la importancia de una persona, siempre se basa en cómo sirve a la fragilidad de sus hermanos. La vida se vive sirviendo. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad, a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes de los desprotegidos a los que Jesús invita a amar”. “Debemos hacernos cargo los unos a los otros por amor. Y eso sin mirar de costado para ver lo que el vecino hace o deja de hacer”.

La presencia de Francisco en Estados Unidos despertó una gran expectativa. Los temas que al Papa le interesaba tratar, de acuerdo a su claro pensamiento y a su valiente criterio, deberían venir cargados de contundencia, como todas sus palabras expresadas a través del mundo. Pero al dirigirse al pueblo norteamericano en el Congreso, creo que su fuerte oratoria dio mucho más, dando paso a lo que fue un discurso histórico, pleno de verdades y sentimientos, que incluso hizo llorar a uno que otro legislador. De esta forma, ovacionado de pie por demócratas y republicanos, trató aspectos tan difíciles como la guerra, la crisis ecológica, la migración mundial, el armamentismo nuclear, el narcotráfico, así como de la justicia y su poder.

“La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral, se debe continuar incansablemente tratando de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos”. “La amenaza de destrucción mutua constituye un fraude a toda la construcción de Naciones Unidas”. Aseguró el Papa que la existencia de una ética y un derecho basados en esa amenaza, harían en la práctica que la ONU pasaría a ser “las naciones unidas por el miedo y la desconfianza”. “Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el acuerdo de no proliferación, hasta la total prohibición de estos instrumentos”. Pero “hay otra clase de guerra que viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra asumida y pobremente combatida”. “El narcotráfico va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción”, dijo Francisco en su discurso pronunciado en  español.

Además, el Papa señaló que “los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo de los países y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios, que lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia”. Ante un auditorio atento, que lo interrumpía con sus aplausos, Francisco añadió: “La justicia es un requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. La limitación del poder es una idea implícita en el concepto de  derecho, dar a cada uno lo suyo. Significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y los derechos de otras personas”. (O)

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