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El Telégrafo
Óscar Montero

Al Comandante de la Armada

23 de abril de 2018 - 00:00

Diario EL TELÉGRAFO, desde hace unos meses, me viene brindando este espacio democrático y de libertad de expresión, claro está desde la llegada de la nueva dirección, y que permite que ciudadanos de diversa índole y procedencia expresemos nuestra opinión con relación a diferentes temas de actualidad y digo nuestra opinión y no la de la institución a la que por nuestro ámbito laboral podemos pertenecer.

El Comandante de la Armada envió un oficio dirigido a mi persona y con copia al Diario EL TELÉGRAFO, entre otras muchas instituciones, dando respuesta a mi columna de opinión publicada el pasado 2 de abril en este Diario y titulada, ‘El Comandante y sus uniformes’. La comunicación del Comandante intentaba desvirtuar algunas de mis afirmaciones. Mi columna pedía fundamentalmente que los comandantes del Comando Conjunto dieran un paso al lado, entre otras muchas cosas, por ser parte de esa herencia nefasta, que en diferentes ocasiones había denunciado el propio Presidente de la República.

Debo expresar que me ratifico en todo lo comentado y expresado en mi artículo de opinión del pasado 2 de abril, que lamento que el Contralmirante, lejos de recibir esto como una crítica que le permita mejorar algunos elementos de su gestión o simplemente asumirla como alto funcionario público, sujeto a crítica, lo haya tomado como algo personal y aun peor, como si se tratara de un análisis del Centro de Estudios Estratégico y Universidad de las Fuerzas Armadas, institución a la que pertenezco.

Mi columna de opinión fue escrita desde mis planteamientos personales y compromiso con Fuerzas Armadas y con este país, nunca tuvo el afán de destruir ni dañar ninguna institución, pero sí de cuestionar el liderazgo de alguna de sus autoridades. Claro está, no me refiero al liderazgo que su grado militar le otorga, pero sí a su liderazgo personal, al liderazgo del ejemplo, al liderazgo del Comandante admirado por sus subordinados.

Por último, lamento que para justificar sus discrepancias con mi forma de pensar, haya recurrido a mis orígenes, orígenes alejados de esta maravillosa tierra y nación, a la que, por cierto, respeto, admiro y quiero. Agradecerle desde estas líneas al Comandante de la Armada el tiempo dedicado a responder mi columna, aunque no pueda compartir en ningún caso sus argumentos. (O)

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