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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Afrogay y afrolesbiana

17 de agosto de 2016 - 00:00

El proceso de comunidades negras (esa suma histórica de corrientes sociales, políticas y culturales de la costa pacífica colombo-ecuatoriana) no puede ni debería abstraerse de las dinámicas de la diversidad en la lucha antirracista, porque perturbaría su narrativa cimarrona emancipatoria. También sería huida ñángara hacia la inutilidad intercultural y cambiaría su historicidad en esta hora puntual de coincidencias y antagonismos políticos. La Casa, aquella definición filosófica de comunidad del Abuelo Zenón, no está completa si falta alguien, para esta jam-session son los afrogays y las afrolesbianas.

El pensamiento crítico afroecuatoriano, para ser aquello que propone, debe salir del clóset de la homofobia y transitar, a velocidad de atrasado injustificable, por tolerancia, aceptación y respeto con el colectivo GLBTI y mucho más con el que no se atreve a golpear la puerta y entrar sin las dudas del irrespeto: el afrogay. Nuestro cimarronismo se entendió siempre como algo de machos y hembras (‘disfrazado’ de mujeres y hombres) para evitar el género, así cualquier gay o lesbiana quedaba por fuera de la resistencia o se le niega, con bastante disimulo, su legítimo derecho a juntar voluntades antirracistas. Aún el liderazgo afroamericano, en su mayoría, está embullado de quisquillas homofóbicas y extravía el análisis fanoniano de la opresión de género.

Frantz Fanon es esa ánima bendita que alumbra los caminos del antirracismo, sin importar si es tibio o militante. Silvio Rodríguez diría ‘muerto’. Y a este jazzman le pican las sospechas: ¿mal leyeron a Fanon o, más simple, no lo han leído? Hay una tercera: no superan su homofobia cultural. Afrogays y afrolesbianas son oprimidos múltiples y si faltaba un chininín de subyugación, entonces, la invisibilidad en la Casa ubuntuana del Abuelo Zenón. Nuestro pensamiento crítico, hermanas y hermanos, revoluciona el proceso de comunidades negras con nuevas y productivas lecturas fanonianas, más allá de reactivar alianzas estratégicas de resistencia con el colectivo GLBTI necesita llenar esa Casa con las víctimas de la opresión por raza y género.

El nieto de Zenón, el maestro Juan García, dice que antes de la proclama del Decenio Internacional de los Afrodescendientes ya se consideraban actos de autorreparación o reparación Casa Adentro con las mujeres negras por su larguísima opresión; ahora la proponemos con afrolesbianas y afrogays. Se impone la pregunta: ¿cómo empezar esta travesía con el ánima de Fanon en la proa del bongo? Por el principio, derrotando el supremacismo de género y sexual. Los colectivos GLBTI están cumpliendo la tarea impostergable de tumbar las construcciones culturales del mundo colonial, porque “frente al mundo heredado del (JME) colonialismo, el colonizado siempre se presume culpable”, el entrecomillado es fanoniano. Los colectivos se quitan de encima tonelajes de culpas aptitudinales y configuran, contra toda adversidad, proyectos políticos. (O)

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