La situación económica mundial y nacional despierta preocupación, no postcovid-19, sino en covid-19. Nuestros mayores solían decir: “¡No salimos de una y entramos a otra!”. En varios espacios geográficos se han levantado algunas restricciones, en otros no tanto, en aras de actuar y evitar desequilibrios macroeconómicos y afectaciones microeconómicas. Sin embargo, el covid-19 no se ha ido; la Ab. Romo, ministra de Gobierno del Ecuador, aseguró: “(…) ha venido para quedarse”. ¡Aún no hay noticias de contar con una vacuna que ponga fin al SARS-CoV-2, y de su producción masiva! Y parece ser que la transición a una pandemia económica, con afectación leve o no, se acerca.
En Ecuador, había que tomar decisiones, especialmente cuando el gobierno de turno heredó un aparato estatal con urgencias; por ejemplo “físicas” (con sobrepeso, en su masa salarial), “psicológicas” (con talento humano que conforma el sector burocrático, no necesariamente comprometido con su razón de ser: servicio a la patria), y “cognitivas” (suplir al mercado y endeudarse excesivamente para el cumplimiento de fines propios del aparato privado: emplear e invertir). Aunque tarde, siendo francos, recientemente el Primer Mandatario decidió extinguir varias empresas públicas. El efecto: hermanos que dejan de ser funcionarios públicos.
En una reciente entrevista del presidente Lenín Moreno (de la cual estoy en desacuerdo con su formato, en virtud de que a quienes se convocó para entrevistarlo siguen siendo “los mismos”; y he insistido varias veces que también existimos otros rostros que, al igual que aquellos, ejercemos comunicación profesional, radial o escrita; y tal vez con más capacidad) preguntó si alguien quisiera estar en su lugar. Más de uno contestaría que no.
Me temo que habrá que tomar aún mayores decisiones. Aunque ¡El mundo no se acaba! Hay vida y oportunidades a la vista: libre ejercicio, emprendimiento… (O)
