Acabamos de despedir al año 2020, año surreal y difícil.
En los primeros meses se detectó un virus extraño en China que contagió y provocó la muerte de muchas personas. Todo el planeta fue impactado por él. Al inicio parecía lejano a nuestra realidad y entorno, pero conforme pasaban los días, las semanas, estaba más y más cerca de nosotros; hasta que llegó para cambiarlo todo.
Pudimos conocer los tentáculos del miedo, su poder paralizador, su silencio desgarrador que nos descuadró por completo. Entramos en una fase de negación y desconcierto donde toda explicación quedaba corta, frente a la magnitud de los hechos. Nos confinaron, nos guardamos para protegernos del bicho, que cada vez ganaba más terreno. Nos asaltó para llevarse los abrazos y las tertulias entre amigos, nos robó los encuentros, los momentos del café compartido y la mesa en familia. Nos privó de la aventura de ir al cine en una tarde de domingo. O de un viaje a lugares lejanos. Nos arrebató los juegos extendidos con los nietos: convertirnos en piratas para conquistar mares, o volvernos astronautas explorar el espacio y dialogar con la luna, o jugar al fútbol creyéndonos goleadores… Todo esto quedó congelado en el tiempo!!
La esperanza se volvió gris y los sueños se guardaron bajo llave…
Pero no todo fue tan malo, volvimos a la hoguera, amasamos pan, recuperamos nuestros dotes en el arte de la cocina, regresamos a los aromas y las texturas que avivaron los sentidos, ensayamos unas notas en la guitarra guardada por años, inventamos juegos, redescubrimos los rostros que no reparamos en la cotidianidad, fundamos diálogos olvidados, prendimos la chimenea, probando nuestra relación con el fuego. Emprendimos pequeñas empresas para recuperar los oficios perdidos. Volvimos a los libros, recorrimos con más calma sus páginas, sus voces nos envolvieron como antes, buscamos respuestas pero solo encontramos grandes interrogantes, que hacen de la lectura la mejor de las apuestas.
Hoy existe un antes y un después, que en este último la ternura se decante, y que bailemos para que la libertad se deguste en un trago lento y vital.
