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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

Aborto por violación (el violinista)

11 de junio de 2019 - 00:00

La filósofa moral Judith Jarvis Thomson es conocida, entre otras cosas, por sus ejemplos sobre la legítima defensa, el aborto o el muy conocido “Trolley Problem” (al que, además, le dio este nombre).

Uno de los experimentos mentales relacionados con el aborto –con validez, sobre todo, para los casos de aborto por violación– es el siguiente: una mujer ha sido secuestrada por un grupo de aficionados a la música, adormecida con algún somnífero y conectada a un famoso violinista. Cuando la mujer se despierta, se entera que si llegase a desconectarse del violinista, gravemente afectado por una enfermedad hepática, este moriría. Por el contrario, si ella esperara nueve meses conectada a este hombre que necesita de su sangre para seguir viviendo, entonces podrá desconectarse, garantizando la vida del violinista.

Thomson se pregunta, entonces, si podemos decir que la mujer del ejemplo estaría moralmente autorizada a desconectarse de él. De todos modos, no se trata de un caso en que ella haya consentido hacerlo. Ha sido secuestrada, usada como un simple medio para los fines de un grupo de músicos y de un violinista. Se trata de un caso en el que se ha usado la violencia (la mujer ha sido secuestrada, adormecida contra su voluntad, conectada a otra persona), en que la mujer debe llevar una carga forzada, impuesta.

Pues bien, esto mismo vale –mutatis mutandis– para los casos de aborto por violación. Si desde una óptica de defensa de la libertad, de la integridad personal, podemos justificar que la mujer del ejemplo se desconecte del violinista, aunque esto signifique una pérdida para él y el grupo de músicos, ¿por qué deberíamos, como hoy ocurre, obligar a una mujer atacada sexualmente a llevar a término un embarazo forzado? Más aún, lo interesante del ejemplo de JJ Thomson es que puede ser usado también contra aquellos que asumen que un embrión o un cigoto cuentan ya como un ser humano vivo.

En otras palabras, aun si así fuera, la mujer violada estaría en una condición similar a la mujer del experimento mental. El violinista es un ser humano vivo, nadie lo duda, ¿pero esto implica que la mujer del experimento deba ser obligada a seguir conectada a él? ¿A que él use su cuerpo? Pero hay algo más que decir, una mujer en las circunstancias –estas sí reales– de una violación, además, terminaría en la cárcel, lo que hace al asunto aún más intolerable. (O)

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