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El Telégrafo

2014, el año del caballo de madera

03 de enero de 2014 - 00:00

Iniciar un nuevo año implica siempre generar expectativas, promesas, deseos y sueños por cumplir.  Nuevos objetivos y metas, profesionales y personales, que nos imponemos realizar.  Deseos de cambio y renovación. Con determinación, asumimos el nuevo año como 365 oportunidades para lograr realizar esos objetivos que, voluntariamente, nos hemos propuesto.

Cada nuevo año nos juramos ser mejores. Y nos llenamos de optimismo y decisión para cumplirlo. No importa que, conforme avanzan las semanas, ese optimismo se estrelle con la más dura realidad. No importa que los efectos de las 12 uvas, o de las prendas, roja o amarilla, a veces no duren sino hasta el primer obstáculo. En cualquier caso, tenemos la oportunidad, en el nuevo año, de intentar conseguir lo que en verdad deseamos.

El año que acabamos de iniciar es también el año del caballo de madera, de acuerdo al calendario chino, aunque se inicia el 31 de enero. De acuerdo a este calendario lunar, el año del caballo “nos traerá un aire renovador desde las ideas, costumbres, hábitos y modales en forma moderada, paso a paso, sin atropello ni arrebatos”, según la astróloga Ludovica Squirru. Y añade: “es nuestro aliado en la cabalgata que estemos dispuestos a realizar, por ello es necesario ser un buen jinete, o amazona, y no quedarse quieto, inmóvil o paralizado durante este año”.  

En el año que tenemos por delante debemos, efectivamente, cabalgar a buen ritmo para proseguir con los cambios que ha emprendido el país. Con las nuevas dignidades seccionales que saldrán de las elecciones del próximo 23 de febrero, habrá que consolidar una nueva forma de concebir la gestión de los gobiernos locales, pues no solo deben volverse eficientes sino que deben contribuir al cambio de matriz productiva, objetivo fundamental del Gobierno Nacional.  

Para este año también se espera que, al fin, la Asamblea Nacional pueda expedir la Ley de Aguas y la Ley de Cultura, postergadas desde hace ya cuatro años. Y quizá, con la participación de todos, podamos avanzar en lo que los ecuatorianos más deseamos: reducir significativamente los niveles de inseguridad. Y claro, continuar con lo que, para todos, debe ser una prioridad: reducir los niveles de pobreza.  

Otro reto clave será la aplicación de la nueva Ley Orgánica de Comunicación a partir de la próxima expedición de su reglamento. No se trata solo de llenar los espacios, cuotas, para la producción nacional. Se trata, sobre todo, de mejorar sustancialmente la calidad de la programación nacional. Que los ecuatorianos contemos con programas libres de sexismo, machismo, homofobia y que no inciten a la discriminación y el racismo.

Pero la transformación esencial deberá producirse en nosotros mismos. Si nosotros no somos capaces de cambiar y renovarnos, de creer en lo que anhelamos, de luchar por lo que creemos y de hacer lo que decimos, nada cambiará.     

Cabalguemos entonces con la misma energía durante los doce meses, solo así cumpliremos los sueños y las metas que hoy, con optimismo, nos prometimos conquistar.

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