Mañana, 11 de septiembre, se cumplirán 13 años de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, imputados a la red Al Qaeda, que marcaron un antes y un después en la historia mundial. La ‘Zona Cero’ se convirtió en un símbolo de la barbarie e intolerancia. El hecho nunca fue totalmente aclarado y muchos cabos sueltos siguen perdidos en la penumbra de la ‘seguridad nacional’.
Es incuestionable que fue un hito brutal, como lo fueron el asesinato del Archiduque austríaco Francisco Fernando y su esposa en Sarajevo, en junio de 1914, o el bombardeo de Pearl Harbor de diciembre de 1941. Estos dos últimos fueron el punto de inflexión para desatar períodos de violencia de altísima intensidad, mientras que el primero consolidó una etapa de violencia periférica constante, alimentada por la industria de armamentos de Occidente y considerada vital para el statu quo, cada vez más sediento de petróleo y otros recursos naturales.
Recordemos que durante el mandato de G. Bush hijo, la Casa Blanca lanzó una campaña de propaganda para convencer al mundo de que la invasión a Irak era parte de la guerra de Estados Unidos ‘en contra del terrorismo’, justificada, además, porque Saddam Hussein tenía ‘armas de destrucción masiva’. Consumada la invasión en 2003, la Casa Blanca reconoció que el argumento esgrimido no fue verdadero, pero era demasiado tarde: se habían ya apropiado de una de las reservas petroleras más grandes del planeta.
Con esas mismas explicaciones, después, se justificó la intervención militar en Afganistán, y de manera indirecta en Libia, urgidos por mantener suministros energéticos.
Visto en perspectiva, el dantesco colapso de las Torres Gemelas y los miles de muertos anticiparon otro colapso igual de horrendo, pero menos espectacular, desencadenado en octubre de 2008, con las crisis financiera y fiscal del país más poderoso del mundo. Luego del 11-S, la Reserva Federal de los EE.UU. bajó la tasa de interés para alentar el consumo vía incremento de la deuda privada, pero no se hizo nada para impedir la posterior burbuja financiera que explotó en 2008.
En Irak, la retirada de las tropas estadounidenses se completó a finales de 2011. Sin embargo, como era lógico, en un país con heridas mal curadas, los problemas continuaron: atentados y miles de muertos civiles. Ahora, en el norte de Irak, también opera un grupo yihadista violento y radical que pretende construir un Estado Islámico.
Los yihadistas del Estado Islámico han sido contenidos, con la venia del Gobierno de Bagdad, con bombardeos de la aviación estadounidense. Es curiosa la fraseología de guerra que utiliza EE.UU. para esta nueva intervención: ‘ataques selectivos’, ‘esfuerzo humanitario’. El conflicto en Irak se expande en los países vecinos. Los yihadistas, que operan en red, hicieron en semanas pasadas una ejecución -tan atroz como el bombardeo indiscriminado de Israel a palestinos en la Franja de Gaza- a un periodista estadounidense en Siria, que se ha convertido en otro polvorín.
En Irak, en la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, en la antigua Mesopotamia, nació la civilización. Ahí surgió la escritura. Hoy es otra Zona Cero de barbarie e intolerancia. Uno de los tantos legados del 11-S.
