Una no muy antigua usanza hacía que los varones que estaban muy seguros de sí mismos expresaran “¡A papá!”, para señalar que ellos eran incapaces de caer en un engaño, inmunes a que les vean la cara o incluso hacer un mal negocio.

“¡A papá!” dice el chavorete que está de novio y siente que lo quieren sorprender cuando su enamoradita le dice que puede estar esperando un retoño, cuando se confirma la noticia pasa a decir “¡Ay, papá!”, se toma la cabeza y busca ser responsable o salir corriendo, lo que su hombría le dicte primero.

Dice el bribón que se pasa todas las rojas y los discos pare: “¡A papá!”, luego choca, se pone bravo, se hace la víctima y queda como el padre de la imprudencia que es, o sea un perfecto “papá…natas”.

“¡A papá!” expresa seguro el que tiene varios romances en redes sociales y piensa que nunca va a ser descubierto por su pareja formal, es el más sobrado hasta cuando un día sale silbando a su trabajo y no se da cuenta de que va dejando el Facebook abierto en la computadora de su casa.

Hay que aceptar que en algunos círculos la figura del padre promedio es la del macho de ficción, fuerte, bebedor, galán, pelotero, el que arregla las cosas, el rudo, el que se lanza unas malas palabras cuando está enojado, el que se cree mejor técnico de fútbol que el seleccionador nacional y mejor goleador que el que se demora en patear.

Pero para cosas pesadas como una disputa verbal la figura del padre pasa a segundo plano, ya que nadie te grita un “¡TU PADRE!” por insulto o te desafía a pelear con la promesa de “Ven para sacarte el padre”, tampoco a nadie se le ocurriría “jurar por el padre” y menos molestarse si alguien llega a decirte “El p*to de tu padre”, lo más seguro, según la visión machista, es que sea cierto.

Ser papá es cosa seria, es dar la cara por todo y agachar la cabeza algunas veces por nada, es planificar e inventar el arte de la economía doméstica, es tener un foro abierto de diálogo constante con tu hija de dos años sobre dibujos animados, ser un campeón de los videojuegos para tu hijo de seis y goleador Balón de Oro para el de nueve.

Qué responsabilidad ser ejemplo para la familia; pero no hay que dictar una cátedra dentro de un aula, basta con ser honesto, luchador, aguerrido, pero dulce, lleno de comprensión y astucia; el padre está llamado a ser la voz racional cuando todos se vuelven locos, cuando el mundo conspira para perder los estribos, cuando en la calle los puños son la solución sencilla para los salvajes a los que por respuesta mejor se aplica esa de “aquí corrió un cobarde, pero no murió un gil”.

Que te quede la mejor parte de lo que es o fue tu padre, compañero, defensor, comediante, consejero, proveedor, amigo, buen hijo, cocinero de fin de semana, albañil amateur, gasfitero por hobbie, salsero de peso, rockero frustrado, comelón del sábado, dormilón del domingo, lector del periódico a voz alta, roncador de la siesta en el mueble de la sala y mandarina de mamá.

La mejor parte de tener papá es perderse en la inmensidad de un abrazo y saber que sus manos son el lugar más seguro, que su talla es de gigante, que su voz es fuerte como el trueno y su arrullo vibra al ritmo del tambor que tiene en el pecho.

Lo bueno de ser padre es que es para siempre. (O)