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“No se debe esperar demasiado de la visita de un Papa”

Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
20 de julio de 2015 - 00:00 - Saskia Chacón. Periodista

El sacerdote y sociólogo François Houtart nació en Bruselas (Bélgica) cuando apenas había transcurrido un cuarto del siglo XX. Tiene 90 años pero su trayectoria no es la de un clérigo conservador con los principios que, de alguna manera, mantenía la Iglesia en ideas que se acercaban más al espíritu de la Alta Edad Media que al de la Modernidad.

Por su pensamiento de avanzada, hubo quienes lo postularon como candidato a recibir el Premio Nobel de la Paz, que rechazó por circunstancias personales; otros lo llamaron “cura rojo” y hasta “Papa antiglobalización” en respuesta a su interpretación social de lo que debe hacer la Iglesia Católica.

En su oficina del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), en un quinto piso de uno de los edificios más altos de la capital, evalúa la primera llegada del papa Francisco (Jorge Bergoglio) al país como algo fructífero, aunque cree que, “en general, estas visitas no tienen un impacto muy permanente dentro de la población y tampoco es su función”.

¿Cuáles son las aristas de la visita del papa Francisco a Ecuador?

El mensaje que el Papa ha dado fue un mensaje con varios aspectos, personales, de la vida, de la fe, que fueron bien expresados en el sentido de una visita que tenía un fin pastoral no agresivo. Cuando ha dicho, por ejemplo, que el proselitismo es la caricatura de la evangelización fue muy interesante porque, en la prensa internacional, se había insistido mucho sobre el hecho de que su visita tenía como fin reconquistar América Latina para la Iglesia Católica. Ese no fue el espíritu del Papa. Al contrario, el suyo fue un espíritu pastoral, de encuentro y también de reforzamiento de la fe cristiana.

En cuanto a lo social, Francisco insistió mucho en la vocación de servicio para los pobres y en la dimensión de la fe, en la necesidad de un nuevo compromiso social para todo el mundo. Fue muy claro, por ejemplo, frente a los estudiantes de la Universidad Católica al preguntarles ¿dónde está tu hermano?, algo que me parece que fue un mensaje muy específico.

También abordó una dimensión ecológica, como en su encíclica Laudato si’, pero lo hizo en un lenguaje tan general que cada uno puede interpretarlo como una defensa de su lado. Así es el lenguaje eclesiástico, el lenguaje académico: voces en que toda interpretación es posible.

Una cosa que me ha apenado un poco es que no hubo ninguna alusión a monseñor (Leonidas) Proaño. Se esperaba eso porque si hay un profeta en este país, ese es monseñor Proaño. ¿Por qué no lo nombró?, no lo sabemos, pero habría sido bueno para su discurso, como una referencia pastoral, social, para el clero. Me parece que fue un olvido o quizá una petición de la Conferencia Episcopal, no lo sé. Hubo alusiones a los pueblos indígenas pero no de manera tan explícita como las que hizo Juan Pablo II, que se reunió con 350 mil indígenas en Latacunga (Cotopaxi) hace 3 décadas. La dinámica del movimiento indígena ahora no es la misma que en esa época, pienso que hay un cierto vacío en ese sentido. El Papa dijo claramente que los pueblos indígenas y afrodescendientes deben ser parte del diálogo, uno sin condiciones.

¿Y qué dejó Jorge Mario Bergoglio para el resto de sectores sociales?

Algo que me ha parecido extremadamente lamentable fue la reunión con la sociedad civil, porque, finalmente, ¿cuál fue la definición de la sociedad civil que presenció?  Hubo tres personas en San Francisco: dos empresarios y una montubia. ¿Eso es la sociedad civil del Ecuador?, es una caricatura. Porque estuvieron dos personas del sector empresarial, un señor y una señora, con un discurso muy caritativo por una parte y muy religioso por otra, pero sin entrar realmente en los problemas de la sociedad. En cuanto a la señora montubia, extremadamente simpática, anciana, tampoco tuvo un discurso propio de su pueblo.

¿Los obreros, los campesinos, los indígenas de la Sierra o de la Amazonía no pertenecen a la sociedad civil?, es lo que yo, como sociólogo, noto que se insinuó. Eso evidentemente proviene de la organización del evento, no del Papa Francisco. Él ha dado una respuesta mucho más amplia de lo que es la sociedad civil, un concepto que resulta muy ambiguo. Cada uno pone en este concepto lo que quiere. Así lo hemos visto, ¿qué es la sociedad civil para la Iglesia ecuatoriana, son dos empresarios y una montubia?

Usted ha mencionado la parte política. Cuando el Papa llegó, dijo que había sido citado “demasiado” por el Presidente Rafael Correa y se lo agradeció. Han existido varias interpretaciones al respecto. ¿Cuál sería el sentido de este mensaje?

La diferencia radica en los  discursos profético e institucional. Un discurso institucional trata de expresar cuál es la posición de la iglesia en la sociedad, en una sociedad donde la mayoría son católicos, donde también la mayoría, los líderes políticos, se dicen o se afirman católicos, y donde, evidentemente, hay diferencias políticas. La institución trata de ponerse un poco arriba de todos para no afectar pastoralmente ni a los unos ni a los otros. Eso es un discurso institucional. En su historia, el Papa, como arzobispo de Buenos Aires, y como responsable de los jesuitas en Argentina ha tenido, generalmente, una lógica institucional, que es comprensible.

El discurso profético —hubo ciertos aspectos en el discurso del Papa en Ecuador que fueron proféticos— es un discurso que está juzgando a la sociedad, dando nombres y apellidos para explicar qué es una sociedad justa o injusta. Fue profético en el sentido de una condena de las distancias sociales, de las injusticias sociales pero fue también bastante generalista. No habló de los agrocombustibles o de la ilegalidad de la posesión de las tierras, o de las herencias, ese tipo de cosas. Fue un discurso dirigido a asegurar que la institución pueda continuar en un papel pastoral, para todo el mundo, para todos los creyentes, sin tratar de terminar con las contradicciones que pueden existir.

En ese sentido, durante la misa campal dasarrollada en el parque Bicentenario de Quito, el Papa dijo —ante casi un millón de personas— que “el proselitismo es una caricatura de la evangelización”. ¿Cuál es su interpretación?

Puede ser una alusión a ciertos movimientos religiosos que son muy proselitistas y que hacen del reclutamiento un valor fundamental. Eso existe en varios movimientos nuevos de tipo protestante pero existe también en algunos movimientos católicos, donde la evangelización es concebida como reclutar gente y, eventualmente, ejercer un cierto poder para hacerlo. Lo que fue muy claro en toda la historia de la evangelización en América Latina durante la colonización. Lo del Papa es una crítica, por lo menos indirecta, a los movimientos religiosos de tipo proselitista.

¿Hubo un uso político del discurso papal?

Evidentemente. He leído algunos artículos y declaraciones donde es claro que varios actores políticos, no todo el mundo, de ambos lados, han utilizado el discurso del Papa de manera bastante “instrumental”. Eso es normal socialmente hablando; moralmente, es otra cosa. A veces, se transforma totalmente el sentido de las palabras. Cuando el Papa dice “el pueblo ecuatoriano se ha levantado con dignidad”, esto inmediatamente fue utilizado por cierta oposición que se vale del mismo lenguaje, las mismas palabras de otros. Yo pienso que se trató de una casualidad (entre las manifestaciones y el discurso papal).

En una conversación anterior, usted comentaba que una visita del Obispo de Roma no iba a hacer milagros en un país. Ahora vemos que ya han comenzado nuevamente a convocarse marchas de oposición, el gobierno, en cambio, dice que va a aceptar el mensaje de Francisco, abriéndose a un diálogo inclusivo. Tenemos estas dos caras. ¿Cómo podría leerse eso?

No se debe esperar demasiado de la visita de un Papa. Es un evento importante. Me parece repositivo en este caso, pero es solamente una visita de un par de días, eso no cambia las estructuras sociales de un país ni tampoco pone fin a las contradicciones políticas ni resuelve todos los problemas de la gente. Es un evento que tiene su importancia como evento simbólico fuerte. Que permite, sí, una reafirmación de la fe pero también de la curiosidad. No podemos esperar otra cosa que una cierta reanimación de una pertenencia, de fe, un cierto mensaje sobre el cual la gente puede reflexionar eventualmente, un apego ético, pero no una transformación estructural, o un cambio tan fundamental.

Ahora, estos discursos pueden tener más o menos impacto según las circunstancias. De hecho, si vemos el mensaje del Papa podemos decir, como un ejemplo, que si la oposición lo toma en serio, debería aceptar la Ley de Herencias inmediatamente. Y si Alianza País lo toma en serio, debe abandonar la idea de la reelección de Rafael Correa, porque él habló de aquello, de la continuidad en el poder. Vamos a ver si van hasta tal punto para seguir las orientaciones dadas por Francisco. Y nos podríamos centrar en muchos más detalles de aplicación concreta.

En Bolivia, el obsequio que le dio el presidente Evo Morales al al Papa fue un Cristo crucificado en el martillo que atraviesa una hoz. Una insignia del jesuita Luis Espinal, que fue asesinado y puede ser nombrado santo. Algunas fotografías y videos muestran que el Papa se queda impresionado por el regalo y Morales le explica que es el símbolo de la unión de los campesinos, el proletariado que en el mundo andino ha sufrido tanto como Cristo... ¿Cómo ve usted la unión de esos símbolos?

Los símbolos evolucionan y la hoz y el martillo pertenecieron, realmente, a la lucha de los campesinos y trabajadores, pero también se transformaron en símbolos de estados bastante autoritarios y poco democráticos, y de dictaduras. Así es la ambivalencia de los símbolos que cambian de sentido. Claro que Evo Morales ha hecho eso en función del sentido original del símbolo. Jesús fue ejecutado en función de su discurso y de su actuación considerada como peligrosa para el sistema y como una expresión, justamente, de la lucha de los oprimidos. En este sentido, no hay contradicción entre estos símbolos.

Ante los religiosos, Francisco hizo énfasis en la “gratuidad de Dios”. Les pidió que “no cobren la gracia” y que no se sientan superiores a los demás;les pidió que recuerden las bases de la Iglesia. ¿A qué se refería?

Pienso que se refería a dos aspectos: por una parte, la vida personal de varios grupos religiosos o de sacerdotes o de obispos que exageran en la utilización de bienes materiales. Por eso, por ejemplo, (Bergoglio) suspendió a un obispo en Alemania que había gastado, me parece, diez millones de euros para construir la casa episcopal. La austeridad de vida en los sacerdotes, obispos, religiosos entra dentro de esta posición.

Y, por otra parte, los sacramentos, el dinero que se pide para una misa, un matrimonio, etc., sirven porque los sacerdotes deben vivir y deben vivir de algo. Y esos son donativos de los creyentes o propiedades. Ya varias veces el Papa señaló eso en otros lugares como la anormalidad de mercantilizar los sacramentos. Eso es otro mensaje muy claro y, a través del tiempo, ha habido muchos abusos. Parece que todavía hay algunos, aunque menos.

El aspecto profético es más sobre otro marco, aquí lo que se dio es una crítica de la institución, sobre cómo funciona.

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