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De las palabras a los hechos

Lo tabú como ejemplo de la riqueza del español

Lo tabú como ejemplo de la riqueza del español
28 de abril de 2014 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Profesora de redacción y lexicógrafa

El Diccionario de la RAE define como tabú a la “condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar”. Las palabras tabú (que el DRAE recoge como vulgarismos o malsonantes) son aquellas que para los hablantes de una lengua resultan desagradables. Lo curioso es que muchas palabras que pueden ser censuradas para un grupo de hablantes son muy normales para otros, y esa es, precisamente, la riqueza de nuestro idioma.

Tenemos el clásico ejemplo de la palabra ‘coger’. En la variante ecuatoriana y en varias otras este verbo no es tabú, como sí lo es en el Cono Sur. En Ecuador ‘cogemos un taxi’, pero en Argentina esta expresión es vista como vulgar (además de absurda, por supuesto). De hecho, si nos fijamos en las acepciones de ‘coger’ del DRAE, de los 32 significados de este verbo solo 2 constan como vulgarismos; el resto son usados en el español sin ningún problema. Sin embargo, es precisamente la acepción ‘prohibida’ la usada en países como Argentina.

También es muy usual que sean palabras tabú aquellas que se refieren a los órganos sexuales, y lo curioso también es que sean tabú solo en ciertos lugares. Un ejemplo de esto es la palabra verga (siento mucho si se sonrojan al verla escrita en esta columna). Para nosotros esta palabra es totalmente tabú;  sin embargo, en la variante venezolana del español se usa para designar a cualquier cosa, en expresiones como ‘pásame esa verga’ o ‘no entiendo esa verga’. Incluso, en Venezuela se utilizan términos como vergatario o vergación para referirse a algo sorprendente.

En España, en cambio, la palabra tabú es polla, un término que en el español americano carece de vulgaridad. En nuestra variante, polla es una cartilla con apuestas o el apunte que los estudiantes usan para copiar en los exámenes. Yo siempre recuerdo la anécdota de un amigo ecuatoriano que le comentaba a otro ecuatoriano que una vez encontró a uno de sus alumnos copiando de una polla, y cuando lo descubrió, le quitó la polla y se la engrapó al examen. La anécdota no sería graciosa si mi amigo se lo hubiera contado a su amigo mientras tomada un café en Quito, es graciosa porque conversaban a viva voz en el metro de Madrid y más de uno los miraba asustado imaginando aquella sangrienta escena de la polla engrapada al examen.

Otra anécdota graciosa sobre este tema tiene que ver con la palabra pico. Para los chilenos esta es una palabra tabú (nuestras horas pico para ellos son horas punta).  Es muy famosa una anécdota de cuando visitó Chile un mayor ecuatoriano de apellido Pico y algún medio chileno publicó un titular que decía algo así: ‘El mayor Pico de Ecuador visita el país’. Imaginen lo extraño y vulgar que debió haber parecido ese título en Chile.

Todos estos ejemplos, además de graciosos, denotan cómo, a pesar de ser uno solo, el español tiene tantas variantes y tantas posibilidades. Eso sí, hay que tener cuidado al usar las palabras cuando viajamos a otro país hispanohablante.

 

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