Ecuador, 26 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Poesía

La poeta Carmen Váscones usa la palabra como un arma detonante

La poeta Carmen Váscones usa la palabra como un arma detonante
Foto: William Orellana / El Telégrafo
16 de junio de 2018 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Carmen Váscones (Samborondón, 1958), chiquitita, de 5 años, en Machala, una ciudad que no conocía y que no era la misma en la que había nacido, intentaba sobrevivir entre monjas perfeccionistas y reglas que le obligaban a hacer lo que no podía: le pedían círculos hechos al pulso de su mano temblorosa.

Como ella no podía hacerlos sola, le pidió a la niña buena del curso, la que era capaz de hacerlo todo a los 5 años, que se lo haga por cinco reales hasta que la descubrieron. La mayor amenaza que tenía a esa edad era un lugar al que las religiosas llamaban «el cuarto oscuro». En público le cambiaban el nombre —cree ella que a propósito—.  «Maricarmen, las vocales», le exigían. «A, e, i, o, u, un burro sabe más que tú», respondió el día que conoció el lugar de sus amenazas, luego de hacer enojar a la monja.

Tenía dislexia, se sentía observada, en un camino donde todo era nuevo, pero desde entonces decidió insistir en la palabra. «Siempre fui una insurrecta niña. En mi escritura hay este espíritu de que no hay amo, yo no soy la dueña de mi texto», dice en una entrevista con esta publicación, a finales de mayo, un día antes de presentar su último libro, Ultraje/Outrage. Se trata de una antología en la que recopila el trabajo de más de diez años con el profesor y crítico literario Alexis Levitin, su traductor.

De la poesía de Carmen Váscones se habla, la mayor parte del tiempo, desde el erotismo. Aquella marca se acentuó en 2008, cuando ganó el segundo premio en el I Primer Concurso Mundial de Poesía Erótica convocado en Lima por la revista Olandina, de la Casa del Poeta.

En una entrevista con el escritor y crítico Raúl Serrano, Váscones dice que la poesía «no pasa por la moral del servilismo, sino por lo humano donde el deseo, el placer y el vacío resultan un desencuentro con la ilusión, con el gozo y nos envía a encontrar lo cóncavo de la palabra, lo ausente y la memoria libre de la experiencia en su regocijo con el verbo que se nos escapa del sentido; la ausencia en el escenario del verso; la metáfora de la voz».

El trabajo escritural de Carmen va más allá de lo erótico. En él recoge su experiencia de la infancia, su lenguaje como mujer, su sensibilidad como humana, todas las veces que venció el miedo. También entran en su escritura las experiencias que conoció de niños violentados y amedrantados, con los que trabaja en campo, fuera del marco de una institución, como psicóloga clínica. Vuelve intimista la palabra.

En su trabajo cotidiano busca espacios abiertos para la imaginación. Sabe bien que el miedo es capaz de doblegar y que la educación «es muy de mallas librescas y no de espacios abiertos a la imaginación. Todo el mundo está sometido al deber y la capacidad de creer queda amortiguada», dice.

En su escritura intenta traducir el miedo, darle cara y rostro. Siempre recurre, como hizo con el cáncer de seno que enfrentó en 2012, a la capacidad creativa de construir. «Para mí,  la poesía es la poética de un núcleo desnucleado. Se construye un trabajo donde se encuentra la falta, la falla, el caos y la grieta de un lenguaje. Es la posibilidad de apertura donde no se cierra la capacidad pensante y creativa del otro. No pienso mi escritura como un disparador, el disparador elimina. Mi escritura es un detonante. El detonante provoca, produce otras formas de pensar en el lector que se acerca con un rechazo, algo nos invita a repensar».

Desde hace diez años trabaja, por casualidad, con el maestro estadounidense Alexis Levitin, en la traducción de su trabajo. Le ha entregado mucho de lo que escribe, sin reparar en si es bueno o malo. Una parte de este trabajo se trata de encontrar conexiones a pesar de que el idioma que tienen es distinto. Saben que comparten el terreno de la poesía. Así surge Ultraje/Outrage, editado por el canadiense Hugh Hazelton.

«Yo soy hombre, ella es mujer. Yo soy gringo, ella es ecuatoriana. Yo soy viejo, ella es casi joven. Es un modo de observar, de pensar, de definir el mundo, pero ambos nacimos, procuramos amor, sabiendo que un día tenemos que morir. Para mí la poesía es universal y ella habla del mismo ser humano que yo soy», dice Levitin.

Levitin estudió crítica literaria y se fue a Brasil a hacer su tesis sin saber ni una palabra de portugués. Lo primero que pudo leer, antes que los diarios, antes que cualquier revista o libro, fue poesía. El lenguaje humano que encontró en los textos de Manuel Bandeira y más tarde, en los de Clarice Lispector, le permitieron conectarse con lo ignorado.

Después de dos años de trabajar en Brasil, volvió a Estados Unidos y, a pesar de su vasta hoja de vida, no encontró un lugar para trabajar. Empezó a traducir la poesía que había encontrado como una forma de resistirse al olvido de su nueva lengua. Eran los setenta y el mundo anglosajón desbordaba su ambición por la literatura de América Latina. Vendió sus traducciones a revistas y solo después de seis meses tuvo su primer rechazo para publicar.

Levitin descubrió que nada de lo que se pueda decir sobre la poesía en ensayos académicos — a los que considera pueden llegar a ser muy aburridos— tiene tanto valor como la poesía por sí sola.

A Carmen Váscones llegó hace diez años, invitado por Fernando Itúrburu para traducir una serie de autores que ya estaban seleccionados. En un evento literario hizo amistad con Roger Hollander, el esposo de Váscones y cuando leyó su trabajo fue una forma de regresar a Ecuador permanentemente y tenerlo como un lugar de trabajo.

«Si no entiendo, pregunto y ella siempre intenta explicar, revelar, abrir el poema para mí. Siempre pienso que fue una experiencia muy fuerte, tanto que Carmen está siempre continuando la lucha de entender la vida, revelar las cosas con la palabra. En mis preguntas, ella desarrollaba más los poemas, para mí, es un gran placer la forma en la que un pequeño traductor entra en la creatividad del poema». Para Levitin, traducir poesía es oportunidad para redimensionar el poder de su significado, en una nueva lengua.

Alexis Levitin

Adicional
Carmen Váscones

Poeta

(Samborondón, Guayas, 1958)
Es Licenciada en Psicología, 1983 y Psicóloga Clínica, 1984, ha trabajado con Instituciones de atención al niño, la familia y a la comunidad (INNFA). Ha laborado en Colegios y Universidades y dictado numerosos talleres de creación literaria.

Obras
La muerte un ensayo de amores (Guayaquil,Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Guayas, 1991, 1994); Con/fabulaciones (Quito, El Conejo, 1992); Memorial a un acantilado (Quito, El Conejo, 1994) Aguaje (Quito, Libresa,1999).

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media