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De las palabras a los hechos

¿Debate o soliloquio?

¿Debate o soliloquio?
07 de noviembre de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), ‘debatir’ es «discutir un tema con opiniones diferentes». Asimismo, ‘discutir’ es «examinar atenta y particularmente una materia» y «contender y alegar razones en contra al parecer de alguien». En estas definiciones es importante tomar en cuenta dos palabras: opiniones y razones. Una opinión es un juicio personal que se da acerca de un tema, la razón es la explicación de ese juicio. En estos meses previos a las elecciones, que parece que van a ser muy largos, vemos cómo el debate se instala cada vez con más fuerza en la agenda pública. Pero ¿en realidad se trata de un debate o de una superposición de soliloquios?

Para que un debate verdadero ocurra, es necesario que cada uno de los participantes exponga con claridad sus opiniones y las funde con razones. Y es necesario que el otro las escuche para que las pueda refutar de una manera constructiva. Sin embargo, es cada vez más frecuente notar cómo estas condiciones tan básicas y obvias están ausentes en el debate político, y en general en el debate público. Parece que no importara escuchar las razones del otro sino solo hacer valer las opiniones propias, a gritos y a palos, con falacias y ataques. No importa que el debate construya un consenso, lo importante es que aniquile al otro, lo deje sin voz, lo silencie para siempre y quede un solo ganador. Y ese ganador no es precisamente quien asiste al debate desde afuera, quien necesita reunir razones para formar un criterio, el ganador es aquel de los contrincantes que demostró ser el más ‘gallito’ y el que habla más alto; el ‘pueblo’ no importa.

Lamentablemente, desde hace mucho tiempo el debate perdió su esencia como espacio para lograr consensos y el bien común, el debate se ha convertido en un campo de batalla en el que todo vale. A veces no hay mucha diferencia entre presenciar una pelea de cachascán y asistir a un debate político. Y es una pena que las nuevas generaciones se vayan formando en medio de este tipo de contiendas en las que escuchar, opinar, razonar, alegar son verbos y acciones ausentes. Es lamentable que las ‘razones’ se reduzcan a atacar a las personas, a ‘ponerles el pie’ para que tropiecen y se hundan, a recurrir a trucos fáciles y tramposos para invalidar su opinión. Y esto sucede de parte y parte; cada vez se va naturalizando aquello del ataque mordaz, y se deja de lado a la construcción y al consenso.

Sería ideal (aunque por lo que se avizora es bastante utópico) que este tiempo preelectoral sirviera para reflexionar, para buscar entre todos soluciones que saquen adelante a nuestro país, que nos hagan crecer como sociedad, como comunidad. La campaña electoral aún no comienza oficialmente, pero sería bueno que cuando iniciara pudiésemos escuchar propuestas que se dirijan hacia el diálogo, no, como hasta ahora, a la anulación del otro y al irrespeto.

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