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Chico, chica, chico:¿Pero cómo no sabías que todo esto era ficción?

Chico, chica, chico:¿Pero cómo no sabías que todo esto era ficción?
09 de junio de 2018 - 00:00 - María Fernanda Ampuero. Escritora

Se acaba de publicar Chica, Chico, Chica (Cómo me convertí en JT Leroy) de Savannah Knoop (editorial Alpha Decay), la versión en primera persona de cómo una jovencita de San Francisco se vio involucrada en uno de los timos literarios más bestias de la historia.

Porque sí, puede que lo de Thomas Chatterton fuera terrible (hizo pasar sus poemas por textos de un monje medieval del siglo XV), pero era el siglo XVIII y no había cámaras ni revistas ni lecturas públicas en librerías ni fiestas en exclusivas discotecas californianas. Lo de Savannah pasó entre los noventa y los dos miles, ante los ojos enamorados de los enfants terribles de Hollywood y mucha gente modernísima que creyó que ella era JT Leroy, un escritor con una vida abominable, dañado de todas las formas posibles con un coctel de males sociales que generaban tanta compasión como morbo. Hijo de una prostituta drogadicta, fue secuestrado y violado a los 5 años, se prostituía a los 14, se drogaba a los 12 y entró en un psiquiátrico a los 16. Eso contaba en sus libros. Eso creyeron. Le rompió el corazón a todo el mundo.

Winona Ryder, Gus Van Sant, Courtney Love, Bono, Madonna, entre muchos otros, cayeron rendidos ante los libros de JT. Escatológico y violento, todos creyeron estar ante el nuevo genio de la literatura abyecta, pero ¿cómo era físicamente este escritor del que todos estaban enamorados? Andrógino, siempre cubierto por una peluca rubia y unas gafas de sol enormes y con una voz —que usaba muy poco, Laura Albert, su representante, hablaba por él— entre susurrada y amanerada que recordaba a la de Michael Jackson. La fascinación estaba servida. Nada gusta más a las estrellas que los raros, los estrafalarios, los inclasificables con un pasado violento. Nada gusta más a los modernos que los supervivientes.

Pronto JT era el invitado principal, era it boy en toda reunión que se preciara de ser cool, y la adaptación de su libro Sarah lo llevó hasta el Festival de Cannes, donde posó detrás de Angelina Jolie. Poco después se supo la tremenda verdad. JT Leroy no solo no existía, sino que era una invención de Laura Albert, la representante. Y el muchacho que se paseaba por las alfombras rojas y discotecas de moda no era ni muchacho, era la cuñada de Laura, Savannah Knoop.

¡¿Qué?!  

La historia es jugosa carne de ficción (el documental Author: la mentira de JT Leroy es una historia de engaños más increíble que The Talented Mr. Ripley), porque la creadora de la estafa (esa Laura estrafalaria, con desórdenes alimenticios, habilidades camaleónicas y un aburrimiento descomunal) siempre estuvo ahí, junto al falso JT, contestando entrevistas por teléfono y dirigiendo los movimientos de su cuñada Savannah. Nadie sospechó quizás porque era tan divertido tener a semejante outsider en su mesa que hubiera sido muy triste abrir los ojos y ver.

Cuando Savannah, temerosa, le dice a Laura que no hay forma de que el engaño prospere, ella le contesta con el resumen de cómo fue posible que tanta gente creyera a JT:

No se enteran. Les da igual los detalles. La gente cree lo que quiere. Después de todos estos años he comprobado que, cuando hablo con alguien que cree que soy otra persona, al cabo de un rato puedo pasar del acento y el otro no se da cuenta, porque ya tiene el personaje totalmente metido en la cabeza. La gente casi nunca pone en duda lo que dices. ¿Para qué? Yo hago lo mismo. Los detalles, a menos que metas la pata hasta la ingle, dan igual.

A cuánta gente se le quedaría cara de estúpido. (I)

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