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Diálogo

«Celebro que periodistas ecuatorianos se movilicen en defensa de sus colegas»

Alfonso Armada • Presidente de Reporteros Sin Fronteras España
Alfonso Armada • Presidente de Reporteros Sin Fronteras España
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
21 de abril de 2018 - 00:00 - Xavier Gómez Muñoz, Periodista

Esta entrevista se realizó en un momento de incertidumbre, a dieciséis días del secuestro del periodista Javier Ortega, el fotógrafo Paúl Rivas y el conductor Efraín Segarra, mientras trabajaban para diario El Comercio cerca de la frontera entre Ecuador y Colombia.

A minutos de empezada la conversación, nos enteramos de su supuesta ejecución. No supimos si seguir adelante, pues eso lo cambiaba todo. Pero seguimos porque se trataba de información que no había sido verificada ni contrastada, y por un sentido de responsabilidad, como el que no le faltó a Javier, Paúl y Efraín mientras reportaban desde la frontera. La entrevista se editó el 13 de abril, al cumplirse el plazo de doce horas que emitió el presidente Lenín Moreno para que los secuestradores entreguen una prueba de vida, que al final nunca llegó.

Poco después, el Gobierno confirmó la noticia que ya todos sabían, pero nadie quería escuchar: Javier, Paúl y Efraín fueron asesinados por un grupo disidente de las FARC, el Frente Oliver Sinisterra. «Es triste —me había dicho durante la entrevista Alfonso Armada, aún sin tener certeza sobre el desenlace fatal—, pero la historia está llena de mártires que han dado su vida por un bien mayor. Ojalá que Ecuador no tenga que llegar a eso». Pero llegó. Javier, Paúl y Efraín dejaron sin embargo una causa: cientos de plumas, cámaras y micrófonos contra la impunidad.

Alfonso Armada (España, 1958) es periodista, escritor, dramaturgo y poeta. Ha sido una pluma destacada del diario El País, corresponsal de guerra en conflictos como el cerco de Sarajevo y el genocidio de Ruanda, director del suplemento español ABC Cultural, fundador de la revista digital FronteraD. Desde noviembre, es el presidente de Reporteros sin Fronteras en España, una organización no gubernamental que defiende la libertad de prensa y la actividad profesional de periodistas en el mundo.

¿Internacionalmente, cómo ha sido percibido el secuestro del equipo periodístico de diario El Comercio?
A Reporteros sin Fronteras nos preocupa extremadamente todo lo que tiene que ver con América Latina y más noticias como esta, que hacen que dudemos del proceso de paz en Colombia y que además está salpicando a Ecuador, lo cual nos parece todavía más terrible. Creo que en Europa no se le ha dado al caso la atención que merece. Habría que distinguir el seguimiento que se ha hecho en España, pero tampoco ha sido muy grande, para ser honesto.

Es como si el foco estuviera centrado en otros asuntos: permanentemente en Venezuela, en México, en Colombia con el proceso de paz, y también hay cierta atención para El Salvador y Guatemala. Pero al secuestro de periodistas en Ecuador no se le está dando la relevancia que merece. Eso nos parece mezquino por parte de las autoridades y de muchos medios informativos.

¿Cuál ha sido la postura de Reporteros sin Fronteras?
Demandamos una puesta en libertad inmediata de los secuestrados. Nos parece una medida inaceptable. Estamos hablando de personas inocentes, que estaban haciendo su trabajo y se han convertido en moneda de cambio. También hacemos un pedido a las autoridades para que extremen sus capacidades. Ofrecemos nuestro apoyo absoluto a las familias. Intentamos ponernos en su piel. Eso es algo muy difícil, pero creo que es una de las tareas que todo periodista debe intentar: ponerse en la piel del otro y velar para que esto no vuelva a ocurrir.

¿Qué tan común es el secuestro de periodistas en el mundo?
Respecto a ese tema, Siria ha sido un foco de inquietud para Reporteros sin Fronteras y para la prensa internacional. En ese contexto el secuestro de periodistas ha sido una práctica sistemática con el agravante de que periodistas anglosajones, sobre todo, han sido ejecutados frente a las cámaras.

En Siria se secuestró a seis periodistas españoles, en dos tandas diferentes, pero lo que los terroristas intentaban conseguir era dinero, así que al final se negoció y se consiguió su liberación. Secuestrar periodistas es una práctica lamentable que tristemente se ha puesto de moda en Siria y que deploramos. Ha habido también casos en Centroamérica y en otros lugares de América Latina.

Pero esos secuestros se han dado sobre todo en países en conflicto o con altos niveles de violencia, que no es el caso de Ecuador. ¿Cómo ves la situación particular de Ecuador?
Me preocupa que Ecuador camine hacia ese territorio. No porque el Gobierno lo haya propiciado, ni la sociedad ecuatoriana, sino porque un conflicto que estaba circunscrito a las fronteras colombianas está saltando esa línea. Las fronteras son tratados políticos imaginarios, al mismo tiempo que simbólicos, pero para las guerrillas y para el crimen esas fronteras no existen; ellos buscan sus propias rentabilidades.

Sé que las autoridades han mostrado su inquietud, que se han puesto en marcha operativos. Sé, por parte de las familias del equipo periodístico secuestrado, que durante un tiempo guardaron silencio, que siguieron las instrucciones de ser discretos, porque imagino que les aconsejaron que eso era lo más seguro para los secuestrados. Pero no sé si las autoridades están siendo todo lo diligentes para un caso así. Estas situaciones son complicadas para la policía y los servicios de inteligencia, porque se mueven en terrenos resbaladizos. Primero hay que establecer contacto con los secuestradores, ver qué intenciones tienen, y parece que lo que piden desborda las capacidades del Gobierno ecuatoriano. Creo que siempre se puede hacerlo mejor, pero, desde luego, no me gustaría estar en la piel de las autoridades.

Los periodistas en Ecuador, un gremio que no se caracteriza precisamente por la unidad, se han solidarizado. Ha habido una cobertura mediática importante, plantones, gestión en redes sociales y todo tipo de iniciativas. Luego de dos semanas, sin embargo, el interés de la sociedad empezó a disminuir. ¿Qué hacer al respecto?
Cuando un grupo de criminales secuestra a periodistas, lo que está buscando es un eco mediático, que les sirvamos de altavoz; nos están utilizando. Celebro que los periodistas ecuatorianos se hayan movilizado en defensa de sus compañeros. Pero me gustaría hacer hincapié en que los periodistas debemos ser rigurosos a la hora de cubrir información que afecte a cualquier ciudadano, al margen de sus posibilidades de tener acceso a altavoces, como son los medios de comunicación.

Esto es una estrategia de los secuestradores que quieren lograr recompensas políticas recurriendo a la violencia. Y, por otra parte, saben que están golpeando a una parte fundamental de una sociedad democrática. Los periodistas somos un contrapoder y un requisito indispensable para que en un país exista democracia. Si no hay una prensa independiente, libre y crítica, la democracia se resquebraja y los poderes tienden a abusar, tanto los de índole democrática como los que están al margen de la ley, como es el caso.

Se ha hablado bastante de la responsabilidad del Estado en este caso. ¿Cuál es la responsabilidad del medio de comunicación para el que trabajaban en la frontera Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra?
Voy a hacer eco de las familias de los secuestrados, porque estaban molestas por la falta de delicadeza o de interés del medio. Pero habría que ver lo que se hizo de forma discreta, porque hay que entender que en este tipo de asuntos la discreción es muy importante. En el caso de los periodistas españoles secuestrados en Siria, por ejemplo, Reporteros sin Fronteras tenía mucha información, pero la manejábamos con bastante cautela.

Las autoridades están obligadas a proteger a todos sus ciudadanos, pero las empresas mediáticas deben ser especialmente rigurosas con casos como este. Hay que exigirles a los medios y a los directivos que se impliquen, porque son reporteros que se están jugando la vida. Al final, los periodistas sabemos que el riesgo existe, pero no tiene que ir siempre asociado a nuestro trabajo. Cuando un periodista no tiene el amparo de un medio de comunicación, al final su vulnerabilidad y la de la propia información es más alta.

Algunos medios colombianos han difundido información imprecisa, sin verificar ni contrastar. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Hay un viejo adagio de Gabriel García Márquez que dice que lo mejor no es llegar primero, sino ser el más exacto, el más preciso, el que cuenta mejor las cosas. Es verdad que vivimos en una sociedad de la información y espectáculo, que a veces se mezcla una cosa con otra y que a veces hay esa necesidad de ser el primero. Pero por esa urgencia a veces matamos a quien no está muerto, decimos cosas que no son ciertas y nuestro prestigio acaba por los suelos. La buena información, la que de verdad nos cambia, la que ilumina, la que nos mueve, es información trabajada, contrastada y que trata, como decía antes, de ponerse en la piel del otro.

Has sido corresponsal de guerra, ¿en tu carrera te has topado con secuestros o casos similares?
Afortunadamente ni en Ruanda ni en Bosnia he tenido de cerca un caso semejante. Sí he seguido de cerca el caso de Javier Espinosa y de Antonio Pampliega, periodistas españoles secuestrados en Siria, porque les conozco y tengo amistad con ellos. En el libro que publicaron Javier Espinosa y su mujer, Mónica G. Prieto, sobre la situación en Siria, Mónica cuenta todas las tareas y contactos que estableció de forma muy valiente antes de la liberación de Javier.

Y Mónica hizo todo eso sabiendo que debía moverse en un territorio sin mapas, como es un secuestro a manos de terroristas, en el que a veces hay que fiarse de gente poco fiable con intereses muy turbios, porque, claro, siempre se accede a los secuestradores a través de intermediarios que no sabes hasta qué punto forman parte de la guerrilla o de un grupo de terroristas, o si es gente que busca aprovecharse para sacar tajada. Entonces, hay que tomar las precauciones para no ser el próximo secuestrado o para que no se aprovechen de los familiares, como ha pasado en ocasiones. Es un terreno muy pantanoso, casi como meterse en la boca del lobo.

El secuestro, se sabe, es un delito contra la libertad de un individuo, pero al tratarse de un equipo periodístico es también contra la libertad de prensa y expresión. ¿Cuál es el mensaje que envían los secuestradores a la sociedad?
Evidentemente es un aviso contra quienes están develando tramas oscuras. Es un mensaje que dice «si sigues investigando, te vas a jugar la vida». Cuando se atenta contra un periodista, el mensaje es siempre que se deje de informar sobre ciertos asuntos. Pretenden instalar el miedo entre los periodistas y la sociedad. Decir «esto no lo toques, esto no te concierne», cuando son temas que le interesan absolutamente a toda la población. Así que el secuestro de periodistas es, de alguna manera, un secuestro a la democracia.

Desde Reporteros sin Fronteras y otros organismos se difunden regularmente cifras sobre el trabajo periodístico y la libertad de información en el mundo. ¿Qué pasa con eso? ¿Has visto alguna repercusión en los gobiernos?
Nosotros presentamos un informe anual que tiene mucha repercusión mediática. Dentro de unos días publicaremos el índice de libertad de información en el mundo, en el que se ve cuál es el estado de cada país. A los gobiernos eso les preocupa, igual que cuando baja su nivel de credibilidad o transparencia, porque forma parte de la imagen del país.

¿Han palpado acciones concretas por parte de los gobiernos?
Me gustaría pensar que sí, pero la verdad es que, precisamente por el miedo al terrorismo, países como Reino Unido, Alemania o Francia han sufrido atentados directos contra la población civil, y eso les ha servido para otorgar más poderes a la policía y organismos de seguridad, acceso a información privada, computadoras, teléfonos celulares. Ahí entramos a un viejo debate entre la libertad y la seguridad. Los gobiernos insisten en que es necesario dar más poderes a los órganos de seguridad para luchar contra la violencia y el terrorismo. El peligro es que, a lo mejor, ganando seguridad pierdes mucha más libertad y al final los terroristas se salen con la suya. Es complicado.

En Reporteros sin Fronteras creemos que las autoridades y los gobiernos tienen suficientes elementos para combatir el crimen y para perseguir el terrorismo, tanto tecnológicos como de fuerza y recursos legales. Lo que falta quizá es mayor coordinación entre países, por ejemplo, para compartir información. Los servicios de inteligencia de ciertos países a veces son muy celosos de su información, no siempre la comparten. En Estados Unidos, la tradicional rivalidad entre la CIA y el FBI, que muchas veces no comparten información, ha servido para explicar desastres como el del 11 de Septiembre, porque había datos pero no se cruzaron.

En América Latina, creo que sería importante la cooperación no solo económica sino a nivel de derechos humanos entre países, que las policías tengan un respeto impecable en cuanto a sus prácticas con los ciudadanos, por un lado, y que compartan información para combatir el crimen y el terrorismo. (I)

Foto: Archivo / El Telégrafo

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