Con mucho asombro, indignación y risa terminé de leer el artículo de Humberto Mancero, en la página de opinión de El Telégrafo, correspondiente al 4 de junio de 2013. Empieza apoyando la sanción a la homofobia y termina practicándola con una frase por demás desentonada para estos tiempos: “Habrá que regular las peticiones de las minorías (…), siempre que no afecten la institucionalidad familiar tradicional y el buen vivir”. Varios son los factores que han determinado que las familias sean diversas en la actualidad. Las causas son múltiples: migración de los padres o madres, orientación sexual de quienes la componen, identidad de género del padre o la madre, entre otras. Aquella familia tradicional que hace mención Mancero, ahora es una minoría. El matrimonio ya no es una figura tan útil, sino solo para la Iglesia, que cobra por hacerla. La adopción no necesariamente es una necesidad para nuestra población, pues tenemos hijos biológicos que ahora alcanzan los 20 años de edad. Sí señor Mancero, existen personas GLBT que tuvimos hijos e hijas, resultado de relaciones amorosas, que han sido por demás cuidados y amados. Además, no concibo cómo Mancero puede determinar que existan nueve identidades sexuales. Aquello solo demuestra su ignorancia sobre el tema. Por otra parte, nuestra propuesta es poner en la cédula el género y no el sexo. ¿Por qué este cambio? Mi cédula no tiene actualmente la M de masculino, sino la F de femenino, a pesar de que soy un hombre trans. Con el cambio de género por sexo, usted y yo tendremos la M de masculino en la cédula, y mantendremos nuestro sexo biológico en la partida de nacimiento. A usted en nada le afectarán los cambios en la Ley del Registro Civil. Sin embargo, a mí se me reconocerá como lo que genéricamente soy: un hombre, sin discriminaciones. Geovanni Jaramillo B.Activista de los Derechos Humanos de las personas trans