La resiliencia es un término relativamente nuevo para entender el comportamiento humano en situaciones adversas y difíciles. Como lo manifiesta en su Encíclica Laudatum sí el papa Francisco I, el planeta Tierra y la humanidad entera atravesamos momentos de enorme tensión. De no cambiar nuestro modelo de vivir nos aproximaremos a una catástrofe planetaria de colosales consecuencias para la vida.

A nivel personal, familiar, nacional y global, vivimos sufrimiento e incertidumbre. ¿Cómo le damos sentido a nuestras vidas? Esa es una pregunta que ronda nuestros pensamientos. La resiliencia puede ser una opción para despojarnos de ese sinsentido al que nos ha sometido la vida moderna. Esta capacidad que todos tenemos de sobreponernos a situaciones adversas, a convertir los problemas en oportunidades, a enfrentar las crisis y recuperarnos, tiene que ver con la psicología, con la física cuántica y con la política. En algunos centros científicos prestigiosos se ha demostrado que es cierto el precepto de que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y lograr que la razón entienda es necesario hoy. Además, el corazón tiene una inteligencia que recién estamos comenzando a descubrir.

James Doty, profesor de Neurocirugía de la Universidad de Stanford, demuestra que el amor y la compasión son fundamentales para superar la adversidad. María Henriqueta Camarotti, desde la neurociencia, explica las relaciones de la física cuántica con las funciones cerebrales superiores y cómo el amor transforma.

Posiblemente Gramsci tenía razón cuando habló del optimismo del corazón frente al pesimismo de la razón. No nos queda mucho tiempo para pasar de la condición de simple especie, conflictiva y depredadora, a humanidad en todo el sentido del término: una humanidad que haga del amor la razón de la existencia. (O)