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El Telégrafo
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Entrevista / HERNANDO ROJAS / profesor, docente, escritor y parte del proyecto muyu

“Las semillas son vida, se deben compartir”

Foto: Cortesía / Secretaría Buen Vivir
Foto: Cortesía / Secretaría Buen Vivir
23 de agosto de 2015 - 00:00 - Secretaría del Buen Vivir

Dicen que Hernando Rojas es el hombre más rico del Ecuador porque decidió hace 20 años vivir sin dinero, sin vender su trabajo. No necesita nada, lo poco que consume lo recibe gratis de la naturaleza y de personas comprometidas con su idea de una nueva forma de existencia. Este singular y único personaje viene de una familia adinerada, pero cambió esto por su libertad.

Ha sido empresario, actor, profesor, escritor y tiene una hermosa familia, con hijos, nietos y bisnietos. Hoy habita en paz y en armonía con la naturaleza, en una casa de bambú sobre árboles en el bosque húmedo de Mindo, cerca de Quito.           

Hernando ha planteado un proyecto que de tener continuidad y éxito cambiará el paisaje ecuatoriano llenando de árboles frutales el país y contagiando al mundo de esta idea.

En una búsqueda por salir de este “mundo enfermo” como lo llama él, Hernando, lleva una vida alejada de los lujos de la ciudad.

En esta entrevista nos comenta el proyecto que lleva a cabo con la Secretaría del Buen Vivir y el Ministerio de Educación.

¿En qué consiste el proyecto MUYU?                 

Para entenderlo partimos de comprender el ciclo de la vida, del cual dependemos las especies, incluida la humana. En la tierra el ciclo del nitrógeno, el carbono y el agua depende de los árboles en la tierra y en el mar de las algas. Hemos cortado la mitad de los árboles de la naturaleza, lo cual está generando, entre otras cosas, el calentamiento global, porque no hay árboles que conviertan el CO2 en oxígeno. Entonces, en la actualidad la reforestación es prioridad para recuperar el ciclo de la vida.
Creemos que es importante desarrollar en el niño el hábito de guardar, proteger las semillas y sembrarlas como una fórmula clave para garantizar la continuidad de la vida.
Creo que si se une la energía de un niño o una niña con la energía de la semilla y se pone sobre la tierra, ocurre una explosión de vida increíble que se va a multiplicar permanentemente.

¿Por qué el nombre de MUYU?

El nombre se lo adaptó al lugar; aquí en Ecuador se llama Muyu, que en kichwa significa semilla, el concepto del proyecto se enmarca en la frase: fruta comida, semilla sembrada.                

¿Cuál sería la estrategia de este proyecto?

Es muy sencilla, que todas las escuelas y colegios creen bancos de semillas y viveros. Hablamos de viveros no de huertos escolares, porque el 70% de las escuelas del mundo están en cemento, no disponen de espacios verdes. Es difícil hacer un huerto, pero sí se puede construir viveros donde crezcan las plantas.
Reforestar debería ser un objetivo prioritario de la educación en este momento, pues el problema más grave de la humanidad es el calentamiento global. Al reforestar con frutales solventamos también el segundo problema de la humanidad que es el hambre. Si los niños no desarrollan el hábito de reforestar, ¿quién garantiza la continuidad de la vida?

Entonces, ¿qué hacer con las plantas?

Si la escuela pone: “Regalamos plantas frutales” o “Compartimos plantas frutales”, te garantizo que no queda una sola, pero además se las puede entregar a los padres y las madres para que siembren en sus casas.

La reforestación es importante. ¿Por qué te enfocas en una reforestación frutal?

Necesitamos sembrar alimentos para todas las especies, incluida la humana. ¿Cuál es el mejor alimento para el ser humano? La fruta. Además se toma del árbol, no estamos contaminando, no estamos cocinándola, ni transportándola, ni comerciando con ella, es un alimento sano y fuente de salud. No necesitamos médicos cuando nos alimentamos con fruta. Pero hay otro factor; si nosotros reforestamos con árboles maderables te garantizo que va a llegar alguien que dentro de poco los va a cortar, pero los árboles frutales nadie los va a cortar porque no sirven para el mercado de madera.

¿Qué consecuencias cree que traerá este proyecto para Ecuador y el mundo?

Este proyecto es clave; la semilla del niño y la semilla del árbol, esas dos semillas tienen una energía que unidas pueden transformar muchas cosas. Pero botar la semilla a la basura es un desperdicio porque la semilla es la continuidad de la vida. Las semillas son vida, no se deben comprar ni vender, sino compartirlas con la naturaleza.  

¿El proyecto está dirigido solo a los niños?

Los niños salen felices del aula a trabajar con las plantas, lo ven como un momento de libertad, es un momento de integración. El niño se enamora de la planta, para ellos es una diversión, yo lo llamaría un reencuentro con su estado natural. El niño hace crecer las plantas y ellas van destinadas al padre, a la madre o a la comunidad en general. Entonces aseguramos que los adultos se vayan integrando de esa manera.

¿Por qué considera a la reforestación como un objetivo de la educación?

El Ecuador tiene aproximadamente 4 millones de estudiantes que podrían sembrar una planta a la semana durante todo el período escolar y obtener más de 80 millones de plantas creciendo potencialmente sin necesidad de una inversión de dinero porque todos los elementos con los que se hace este proyecto suelen irse a la basura. Impulsamos, por lo tanto, también el reciclaje.
El proyecto va encaminado a niñas y niños, porque en ellos es más fácil sembrar el hábito para que lo repliquen a lo largo de su vida.

Parte del proyecto son los talleres, ¿en qué consisten?

La Secretaría del Buen Vivir y el Ministerio de Educación apoyan la realización de talleres. Los primeros se realizaron en Guayaquil con profesores y rectores, representantes de 370 escuelas. Vinieron dos profesores de cada escuela del área de ciencias naturales o biología.

¿Cuál fue el objetivo principal de los talleres que impartiste?

Uno de los objetivos es relanzar nuestro proyecto que ya fue aprobado y aplicado por acuerdo ministerial. Creemos que en este proceso la táctica es desarrollar talleres para los maestros para sensibilizarlos. Por eso fuimos a Guayaquil, para presentar el proyecto.
Por recomendación de la Subsecretaría de Educación asistimos a las zonas consideradas de atención prioritaria. En estas escuelas hay más incidencia de problemas como el consumo de drogas e inseguridad.
Entonces se consideró adecuado que las niñas y los niños se involucren con la naturaleza, con las plantas, con actividades que son mucho más constructivas que estar en los videojuegos o en pandillas, actividades que les ayuden poco a poco a desvincularse, por ejemplo,  de las drogas.

¿Cómo se vincula el proyecto al Buen Vivir?

Indiscutiblemente, el Buen Vivir tiene para mí un prerrequisito que es la complementariedad con la naturaleza. Si el hombre no comprende que depende de la naturaleza, que él es una parte de ella como todas las especies, no hay un Buen Vivir. ¿Qué mejor forma de volver a la naturaleza que sembrar árboles? Es prioritario que los niños tengan un vínculo con la tierra, que aprendan a sembrar árboles. (I)

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