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El terremoto interior

El terremoto interior
09 de mayo de 2016 - 00:00 - Freddy Ehlers Zurita

Todo terremoto deja profundas secuelas; algunas duran toda la vida. No solo es la pérdida de la casa, de la tienda que costó toda la vida formarla, lo peor es la pérdida de los hermanos, de los padres, de los hijos, de los familiares, de los amigos. El terremoto que asoló la costa ecuatoriana será recordado por todos los que aún vivimos por el resto de nuestras vidas.

La casa podrá volverse a hacer, el pequeño o mediano negocio se reorganizará en algún tiempo, pero lamentablemente los seres queridos no podrán ser reemplazados.

El problema mayor de todos es el terremoto interior, aquel que no puede reconstruirse con todo el oro del mundo. En muchas personas, el desconcierto, el dolor y la desesperación se pueden llegar a convertir en un sufrimiento de muy larga duración. El miedo, el rencor, la depresión, la ira o la violencia en muchos casos surgen siempre cuando una tragedia pasa por encima de nosotros. Solo el amor, el amor total, irrenunciable e incondicional, podrá sanar las heridas. Solo el inmenso amor a la vida nos permitirá volver a nacer. Para ello se necesita el apoyo profesional: psicólogos, médicos especializados y terapeutas deberán considerarse como el elemento más importante a ser considerado.

La inversión necesaria deberá ser en ternura, comprensión, acompañamiento, solidaridad, perdón, humildad y en todos aquellos valores que nos hacen humanos. Buena parte de nuestra vida la tendremos que dedicar a esta fundamental tarea. Todos estamos en capacidad de hacer un aporte importante que tiene que ver no solo con el dinero, sino con la entrega de nuestro tiempo, nuestras capacidades y nuestro cariño.

Kintto Lucas nos hizo conocer con bellas palabras y pensamientos lo que con seguridad es el sentimiento de todos nosotros: “La gente busca a su gente, busca sus cosas, busca una mínima razón para tener una esperanza mínima. Es como un río salido de su cauce que intenta encontrar un rumbo en medio de la oscuridad. Es como un árbol el río caído junto al mar. Las casas son árboles caídas junto al mar. Pero de repente aparece una niña desde las raíces de una casa, desde las raíces de un árbol. La niña es una hoja que surge desde la raíces. Desde las duras raíces, el árbol se irá llenando de hojas. Florecerá mañana el árbol. Desde las lágrimas florecerá, y desde cada rincón del Ecuador otro río, otra gente, mojará con agüita sus raíces y ayudará a curar las heridas de sus hojas. Mañana nacerán las semillas del árbol nuevo…”. (O)

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