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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Una muerte con primaveras

17 de abril de 2015

No puede solo haber tristezas por la muerte de Galeano. Su nombre y su legado son una enorme reviviscencia de lo que fueron los años setentas en Latinoamérica, de lo que fueron las luchas políticas en los dos lados del Río de la Plata, de lo que fueron los pesados años de la persecución, la muerte y el exilio.

Quién no llevó bajo el brazo “Las venas abiertas”, libro leído por miles y miles de estudiantes y de jóvenes varios, antes de que el comandante Chávez hiciera de ese texto un símbolo al entregarlo a Obama. Quién puede dejar de recordar el rol prominente de la revista Marcha en el Uruguay anterior a la dictadura, donde él colaboró, o el de la revista Crisis en la Argentina, cuando los convulsionados años del peronismo, que fueron desde 1973 al sangriento golpe de 1976. Quién no escuchó la lectura de alguno de sus poemas, quién no supo de su pasión por el fútbol y de su paradojal elogio de Maradona, quién no se encontró con un adagio o un dicho breve de su autoría en algún inesperado rincón del periódico, o de alguna publicación allegada al pasar.

Fue un constructor de nuestra identidad y nuestra memoria colectiva. Su escritura nos configuró y expresó, y ha acompañado estos años en que la renovación política se posó en un continente afortunadamente post-liberal, con gobiernos populares. Galeano apoyó y elogió a estos procesos, y fueron sin dudas conmovedoras sus palabras tras la muerte de Néstor Kirchner.

Es cierto: no fue un escritor militante muerto en la lucha como Rodolfo Walsh y Paco Urondo, o alguien arriesgado al extremo como ese poeta excelso que -a la vez- fuera Juan Gelman. Su compromiso se expresó por vía de la escritura: pero ello no es poco, cuando esa escritura es la nuestra misma, cuando en sus párrafos descubrió cada uno de nosotros algo de lo que han sido su historia, su combate y sus vivencias.

Estarás, Galeano, allí, en los inesperados lugares a que acude la memoria. Galeano o Hughes, como te hayas llamado. Rincones variados de esta Latinoamérica que ya no va a la OEA a aplaudir el dominio del Norte sino a afirmar su dignidad y soberanía, recordarán sencillamente tu nombre en esos tantos espacios que no son altisonantes. Estarás cuando, allá en el Río de la Plata, alguien alcance un mate a otro compañero que quiera abrir el espacio a la pausada charla; y lo haga para recordación de los años largos de una generación histórica que fue brutalmente golpeada, pero nunca quebrada en su acopio de ideales. (O)

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