Argentina y Brasil son el espejo donde mirarse para captar por dónde va el futuro de los gobiernos pospopulares en la región. Las ilusiones -reales o fingidas- de ciertas izquierdas acerca de que sobrevendrá algún gobierno ‘progresista’, se dan de frente contra la realidad: lo que viene es la cruda noche neoliberal, ninguna otra cosa.
Algunas izquierdas de reflejos lentos y platónico sueño inamovible sobre la llegada del socialismo ‘puro’ han mostrado detestar a los gobiernos nacional/populares, entendiéndolos incluso como competidores para su reclutamiento de bases militantes. Con esa mirada miope a la que nada le importa si los trabajadores tienen mejor salud, educación o alimentos diarios, esperan el momento escatológico en que el socialismo advendrá definitivo y justiciero, lo cual lleva al desprecio de cualquier mejora para la sociedad que no se dé tras el cumplimiento pleno de la revolución (la cual está esquiva en el mundo desde hace no pocos años, y por más deseable que sea, no puede dejar de advertírsela ajena al horizonte actual de lo posible).
Así, la pretensión ‘teórica’ de igualar gobiernos nacional/populares -como los de Bolivia o Ecuador- con gobiernos neoliberales, conviene a sus fines, pero resulta falsa e implausible. No importa: algunos prefieren dibujar la realidad a su manera, antes que advertir que ella se perfila contradiciendo sus pretensiones.
Temer ya lanza la privatización de las jubilaciones, garantía de un futuro peor para millones de ancianos. Macri aumenta la pobreza a velocidades siderales; también disminuye la ocupación, así como la presencia de la industria nacional por la apertura comercial y aduanera. Aumenta la represión, así como los sistemas de vigilancia social en diversos órdenes. Disminuye drásticamente el poder adquisitivo de los salarios; la población vive peor, aumenta la mendicidad, asi como es muy esperable que lo esté haciendo la inseguridad, respecto de la cual no hay índices confiables, pero sí evidencias cotidianas.
El plan de ajuste y los ‘tarifazos’ están a la orden del día, si bien no pueden arrasar de golpe con todos los beneficios del gobierno anterior. Esto mantiene alto el gasto público, lo cual acelera el déficit fiscal. Y todo ello lleva a que la extrema derecha del mismo partido gobernante (indiscernible de la del stablishment a secas) asuma que el Gobierno es ‘muy tibio’ y que hay que hacer una especie de brutal ‘limpieza’ draconiana, echando más trabajadores del Estado y eliminando de cuajo los planes de ayuda social, herederos del Gobierno pasado.
Esos son los plausibles recuerdos del futuro para donde los gobiernos nacional/populares aún se sostienen, si es que fueran desplazados. Es cierto que algunos reaccionarán con el funesto ‘cuanto peor, mejor’, y creerán que el sufrimiento de la población ayuda, porque ‘agudiza contradicciones’,
Lo cierto es que nadie garantiza alguna posibilidad mejor, tras la restauración neoliberal. Y que la creencia decimonónica en un fatal determinismo de la historia que nos llevaría ineluctablemente al socialismo, hace buen tiempo que no es sostenida siquiera por los que solían tomarla por cierta solo algunas décadas atrás. (O)
