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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

París, la mirada unilateral

16 de enero de 2015

Los asesinatos de París han motivado la indignación, y no es para menos. El asesinato de personas inermes es siempre repudiable, brutal e inadmisible. Dicho esto de manera inequívoca, extrañan muchas situaciones en torno de lo sucedido. 1. No es evidente que los asesinos hayan sido yihadistas, aunque es muy probable que lo fueran. Pero no procedieron a inmolarse, como es común en ellos; dejaron un documento que -insólitamente- no estaba a nombre falso dentro del auto; uno de los hermanos Kouachi estuvo preso previamente, de modo que es extraño que no se lo vigilara; un aviso previo desde Argelia fue desatendido por la seguridad francesa; al procederse a matar a todos los sospechosos, se liquidó cualquier posibilidad de interrogarlos.

2. Extraña la pasividad de la prensa y de la población francesa sobre cuestiones nada menores, como el suicidio del policía que debía reprimir (y que, evidentemente, rechazó el protocolo de aniquilamiento que se le remitió), así como la corresponsabilidad del Estado francés en la muerte de los 4 rehenes tomados en el mercado judío. Si es cierto que los mató el supuesto yihadista, como es probable -pero no seguro- que haya ocurrido, igual hay responsabilidad estatal por la decisión de no negociar su posible liberación.

3. La apelación a lo ‘civilizado’ de la libertad de prensa y la república se opone maniqueamente a la barbarie de los asesinos de Charlie Hebdo, sin advertirse que el Estado francés asumió la respuesta violenta en términos ‘Rambo’, a fin de lograr el simple asesinato de los implicados, sin búsqueda de llevarlos a juicio y asumiendo una retaliación donde el Estado se pone en el mismo nivel que los criminales. En esto, el estilo impuesto por EE.UU. en la llamada ‘guerra de civilizaciones’ y la barbarie de los métodos de la CIA denunciada hace apenas un mes, muestran su presencia y sus ribetes.

4. Además, “todo documento de cultura lo es a la vez de barbarie”, según dijo alguna vez Walter Benjamin. La cultura de la libertad francesa, que se siente brutalmente atacada, debiera también recordar que margina a árabes y musulmanes varios (entre otros grupos étnicos y religiosos), que devuelve a muchos africanos en sus fronteras, que torturó y asesinó a argelinos por millares en la época de la guerra anticolonial, que alimentó el odio con los bombardeos a Libia, cuando se asesinó a Gadafi ante la TV de todo el mundo.

5. En Nigeria murieron hace días 23 personas en atentado análogo al de París, adscripto al fundamentalismo islámico. Los muertos, si son africanos, parecen valer mucho menos.

6. La presencia de Merkel o -bastante peor aún- la de Netanyahu en la gran manifestación del domingo (fue el invasor de Palestina hace apenas unos meses) repugna a cualquier espíritu pacifista y democrático. Condenar los asesinatos no autoriza a aceptar marchar junto a cualquier otro que -por razones oportunistas- se sume a la condena.

7. El relativismo cultural es una gran conquista de Occidente. Él nos enseña que nosotros tenemos ciertas normas y costumbres, otras culturas las tienen muy diferentes. Nosotros podemos creer legítimo burlarnos de creencias  religiosas (sobre todo si son las creencias de otros; habría que ver cuántos tolerarían que en vez de Mahoma el burlado fuera Jesucristo, fuera Hollande o fuera la bandera de Francia).

Nada de esto excusa la brutalidad de los asesinatos a los caricaturistas de Charlie Hebdo. Pero si no se pone en curso todas estas problematizaciones, vemos el unilateral paisaje que ha quedado como dominante: una cultura francesa que se siente impoluta, frente a la maldad intrínseca de la que sería, a todas vistas, sólo una víctima inocente.

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