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El Telégrafo
Oswaldo Paz y Miño

No son motines carcelarios, son asesinatos masivos

17 de noviembre de 2021

La Real Academia Española, define motín así: Del fr. mutin 'insumiso, rebelde'. Movimiento desordenado de una muchedumbre, por lo común contra la autoridad constituida. Motín. El diccionario PanHispánico así: Pen. Levantamiento colectivo de presos contra la autoridad penitenciaria.

Mucha prensa y autoridades han titulado como motines a las tragedias sucedidas en los centros de detención o cárceles del Ecuador, los que, en rigor, en la mayoría de casos no han sido tales, y menos aquellos sucedidos en la penitenciaria del Guayas, por no darse el acto de protesta masiva en contra de alguna autoridad carcelaria.

A la comunidad, le consta, porque se ha transmitido en directo vía redes sociales, que desde los interiores de la Penitenciaria del Litoral se han consumado ataques de unos grupos de personas privadas de la libertad, en contra de otros en su misma condición. Y que tales actos violentos han terminado en enfrentamientos y han concluido en masivos asesinatos de seres humanos, muchos no miembros de los grupos que se disputan el poder en tal prisión, como ha quedado evidenciado en las noticias surgidas del sector informativo privado, cuanto de la información dada por el propio gobierno.

No han sido motines, los sucesos sangrientos. Han sido ataques de grupos organizados de personas privadas de la libertad, que han dejado como resultado el asesinato masivo de ciudadanos. En algunos casos de personas que ya estaban a punto de lograr salir de esos infiernos, con la libertad gestionada, con la pena cumplida, esperando ver la luz, o que, en el momento de los crímenes, se encontraban en el pabellón equivocado, en el que no les correspondía.

Hemos visto y escuchado con horror, temor, tristeza, angustia, impotencia, los clips que se han hecho públicos en redes sociales y en los canales de televisión de como seres humanos advertían la llegada de sus posibles victimarios a su estancia carcelaria, pidiendo ayuda que nunca llegó.

Murieron más de 60 personas en la reciente matanza, en una acción que, a todas luces, no puede ser improvisada, que por el contrario dejó ver premeditación, alevosía y ventaja. Y luego lo macabro, lo terrible, mutilaciones, cadáveres quemados. Tanta inhumanidad. Qué dolor.

Y ante todo esto, la seguridad ciudadana en vilo. El Ministerio de Gobierno a todas luces superado por los hechos y su lento accionar, en el tema carcelario y en el político. El Presidente tiene que poner en la balanza, quiénes le cumplen y quiénes no, y por su propio bien como mandatario, por la democracia, por las libertades, tiene que desprenderse de cercanos, que en poco o nada le aportan y sustituirlos por gente con más decisión, experiencia, conocimiento.  Y con la suficiente decisión de parar lo que está pasando y que pone en riesgo al sistema directamente.

Se tiene que devolver la seguridad jurídica a los policías, que tienen y deben intervenir en estas crisis, igual a lo los miembros de las Fuerzas Armadas, que está mermada por normas jurídicas hasta humillantes dictadas en la época del populismo corrupto, que se valió de la Constitución de 2008, para dictarlas con asambleístas ad hoc al poder abusivo de esa época.

Tiene que extinguirse ese mamotreto de Constitución correista  creada, concebida, por un partido político nefasto, ahora desaparecido, y por  sus ideólogos,   por un grupo de levanta manos liderados por un expresidente, ahora prófugo de la justicia, cual varios de sus seguidores, que igual están prófugos, algunos presos y otros de ellos que se cambiaron de equipo, dizque peleándose, varios mutantes de camiseta, creadores de ese elefante blanco constitucional, fueron luego en el gobierno de Moreno, ministros, o con cargos de ese nivel, y siguieron disfrutando de las mieles del poder. 

Son conocidos los que clavaron al país, una Constitución que ha sido utilizada como escudo para todo tipo de patraña jurídico, política, y que el presidente Lasso, más temprano que tarde, tiene que procurar cambiarla, por una decente, concebida para el bien común y no para avalar a ningún sátrapa, a ningún autócrata, se tiene que volver a la Constitución de 1998.

Todos los poderes del Estado son responsables del manejo de la institucionalidad, de la gobernabilidad, de la democracia, del respeto a los derechos humanos, y en estos momentos es cuando se han de mostrar los estadistas, se han de dejar ver los revanchistas, los que defienden a los políticos corruptos, condenados, y prófugos, a los políticos, que dejaron al país en soletas, y a los que quieren paz, libertad, progreso.

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