A la medicina le compete la curación de las enfermedades. Desde su origen los seres humanos las han padecido. La enfermedad, ligada a la atención individual, en manos de curanderos y shamanes, fue tratada con hierbas, masajes y otros tratamientos, siempre acompañados de ritos para que actúen, sobre las causas sobrenaturales, las fuerzas del mismo tipo. Aún hoy mucha gente implora a la divinidad, o sus intermediarios, en Lourdes, Fátima, Quinche o Cisne, en busca de milagros.
Paulatinamente la medicina entendió las causas de ciertas enfermedades y epidemias que asolaron a individuos o grupos, casi siempre afectando a los más desposeídos, por falta de alimentos, vivienda, trabajo, higiene.
Desde el siglo XVI del Renacimiento se inició el conocimiento científico del cuerpo humano y sus funciones, y en este marco la medicina abordó el problema de las enfermedades. Lo hizo en el plano individual biológico, separándolo de lo subjetivo (el “alma”) que consideró que debía quedar en manos de la Iglesia. La medicina progresó como ciencia y arte humanista con el interrogatorio, el examen físico del cuerpo y sus secreciones, los ruidos del corazón, pulmones, abdomen, y con la sospecha diagnóstica recetó sustancias para el tratamiento.
Con este enfoque individualista, la medicina se volvió cada día más dependiente de los progresos tecnológicos industriales de equipos para el diagnóstico (exámenes de sangre, tejidos, rayos X y otros), que permitieron mejorar su calidad y la del tratamiento (con medicamentos cada día más efectivos). La medicina y la cirugía lograron avances notables para bien de los enfermos (y de la industria farmacéutica y de equipos que alcanzaba enormes ganancias).
A la medicina le corresponde el campo específico de la curación de las enfermedades del cuerpo biológico individual (aunque haya una larga lista de enfermedades, nuevas y antiguas, de causa y tratamiento desconocidos). Se encarga del bienestar físico y de algunos aspectos del bienestar subjetivo o mental. No se le puede exigir que resuelva, por sí sola, otros problemas, como la causalidad social de las enfermedades.
La medicina es solo una parte (por cara que sea su operación e inversiones, y su formación científica universitaria) del concepto integral de ‘salud’. La Asamblea Nacional debe debatir el Código Integral de Salud, no solo el componente, ciertamente importante, de la medicina y la enfermedad. El tema es materia de reflexión y debate tanto para los servicios como para la universidad.
