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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Los muertos de Paine

12 de septiembre de 2014

Ayer se cumplieron 41 años del golpe de Pinochet. Aviones de la Fuerza Aérea de Chile bombardearon el palacio de La Moneda. Las imágenes de la destrucción del edificio difícilmente pueden ser olvidadas. Recordaremos solamente un caso -de miles- que los genocidas cometieron en todo el territorio chileno.

Luego de 36 años de búsqueda, de ansiedad, en 2009 fueron reconocidos los restos de sus familiares. A partir de ese año, los miembros de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Paine vuelven a la quebrada Los Quillayes, en las cercanías del lago Rapel, comuna de Melipilla. La confirmación de la identidad de 24 hombres caídos bajo las balas de los fascistas dio sentido a varias décadas de angustiosa espera. En la mencionada quebrada, los soldados abrieron fuego. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa común. El asesinato ocurrió el 16 de octubre de 1973.

La operación ‘Retiro de Televisores’ fue ordenada por Pinochet y consistía en el desentierro de los cadáveres de los prisioneros que habían sido asesinados por militares y carabineros, para luego ser arrojados al mar. Esta operación también se llevó a cabo en la quebrada Los Quillayes; no obstante, persistió la voluntad de encontrar la verdad. Se continuaron los registros y se encontraron trozos de ropa, restos de lentes, algunos huesos, piezas dentales, que ayudarían en la identificación de las víctimas.

Transcurrieron varios años. Con la llegada de la democracia, en 1990, se abrían nuevas posibilidades. Sin embargo, todavía debieron pasar 19 años más para que un testigo diera luces por sobre las negativas y mentiras reiteradas del teniente Magaña, que en aquel entonces estuvo a cargo de la Escuela de Infantería del Regimiento de San Bernardo. Veinte y cuatro hombres de las comunidades de Paine Centro, Nuevo Sendero y 24 de Abril fueron sacados de sus hogares y llevados hacia la muerte.

La información no era precisa. Hubo que rastrear todas las quebradas del lugar (más de 40 excavaciones se llevaron a cabo) hasta que por fin el dolor y la paz se juntaron.

Año tras año vuelven con sus hijos e hijas, con sus nietos y nietas, con la familia que crece; vuelven con flores y globos, con cruces de madera nueva, con recuerdos y cantos. Vuelven con sus nombres que los dicen en voz alta, con fotografías renovadas para celebrar la persistencia de la vida. Vuelven también en los días festivos que los reunían con sus seres queridos en torno al juego y la diversión.

Parten desde Paine en caravana, cruzan por caminos rurales, ríos y cerros, por más de dos horas. El largo recorrido rememora el itinerario de la muerte. Sin embargo, cada año se construye también un itinerario de vida de las mujeres y familias que, sin tregua, buscan  reparación y justicia.

Asesinos como Pinochet y sus secuaces solamente merecen el desprecio de las mujeres y hombres de bien de todo el planeta.

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