Ecuador, 20 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Liderazgo y organización

10 de abril de 2015

“Solo la organización vence al tiempo”, sostenía Perón, aquel lúcido líder popular argentino. Pensaba en su propia muerte: solo si había fuerte organización podía el peronismo reemplazar su liderazgo y perdurar hacia el futuro.

Es que en los países latinoamericanos, los gobiernos que están del lado del pueblo -y los que antes lo han estado- casi siempre se han constituido a partir de fuertes liderazgos personales. No afirmamos que esto sea deseable, o que deje de serlo: lo cierto es que así ha funcionado (acorde a lo mostrado por Lacan, la identidad y la subjetividad se conforman ‘desde fuera’, en identificación con figuras o discursos de otros).

La audacia y capacidad decisoria de estos líderes es indisputable, en casos como los de Néstor Kirchner y su esposa, de Chávez -que derivó su lugar hacia Maduro, con logros parciales-, de Correa, de Evo Morales; sin tal comportamiento desde la dirección política del Estado, estos diferentes movimientos no se hubieran conformado. Por supuesto, no pretendemos que los líderes ‘hacen’ a los movimientos, pues no hay líder si no hay respuesta popular, y esta respuesta depende de que los líderes se muestren capaces de interpretar y canalizar las demandas sociales. Demandas que, obvia decirlo, al menos en buena parte preceden a la palabra y acción de los líderes.

Todo esto viene a cuento porque Evo Morales no hizo una gran elección en las regionales y municipales de hace un par de semanas: ganó en la suma general de su país, y pudo exhibir que la suya es la única agrupación política con alcance nacional. Sin embargo, perdió en algunas de las principales alcaldías, singularmente en las históricamente fieles de La Paz y El Alto, tras haber ganado las elecciones presidenciales hace solo seis meses con el 70% de los votos.

Algo parecido pasó al movimiento PAIS en las elecciones regionales del año pasado en Ecuador. Y, a su manera, sucede en la Argentina, donde la Presidenta gana en provincias alejadas, pero no lo hacen sus representantes locales, a menudo un tanto ajenos a su ideario, y siempre a años luz de algún liderazgo que -en escala- esté siquiera cercano a la altura de quien los conduce.

Movimientos construidos desde el Estado nacional y desde liderazgos centralizados tienen inconveniente para promover dirigentes intermedios y construir una organización donde sus miembros alcancen peso propio, sin depender de la sola delegación del prestigio presidencial. Así, la ventaja en la construcción del gobierno central no puede expresarse concomitantemente a niveles regionales y de alcaldías.

Planteamos aquí el problema, el cual no podría resolverse solo en el plano interno a algún pensamiento brillante. La misma imaginación que ha permitido construir gobiernos con raigambre popular, al servicio de intereses mayoritarios y -sobre todo- hacerlo sin recetas previas, tendrá que ser puesta al servicio de la resolución de estos dilemas en el campo de la práctica política. Práctica no divorciada de la teoría, pero que siempre desborda a esta desde lo deshilachado y múltiple del tejido de la sociedad y del mundo. (O)

Contenido externo patrocinado