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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

La restauración conservadora nacida en determinada izquierda

24 de julio de 2014

@OrlandoPerezEC

Voy a ser enfático: la mayor restauración conservadora que experimentamos no vino ni de Harvard y mucho menos de la Asociación de Bancos. Esencialmente viene de aquellos sectores y actores políticos que, declarándose de izquierda, puros, castos e inteligentes, han sentado las bases para una oposición con banderas, consignas y lugares comunes en favor de la derecha (¿inconscientemente?).

Cuesta decirlo, pero es cierto: la libertad de expresión (como la absoluta libertad, la madre de todas las libertades) es su paradigma. ¿Y con eso no están también alentando a la derecha oligárquica y populista a tomar sus banderas como lo hace un candidato-banquero cuando su primera y simbólica acción será la de botar al tacho de la basura la Ley de Comunicación? ¿Cuánta diferencia hay entre ese candidato presidencial, una asambleísta indígena de Cotopaxi, cierto dirigente de los maestros afiliados a la UNE o el eterno director de Fundamedios en este terreno?

Y esa libertad (por absoluta y paradigmática) es el manto para las otras: la del mercado, la del comercio libre, la de informar sin coto alguno, la de insultar a diestra y siniestra, la de transitar sin pagar peaje y la de recibir todo a cambio de nada desde el Estado.

La derecha ha sido incapaz hasta de procesar, teorizar y hasta escribir sobre su deseo de restauración conservadora. Se alimenta de aquellos pensadores que antes militaban en los sindicatos de trabajadores, asesoraban a gremios y hablaban de revolución, pero que ahora dirigen la Aedep, editorializan en los diarios de la derecha, son asesores de imagen y consultores de banqueros, empresarios, industriales y ciertos alcaldes y prefectos. Ellos son los que entienden el lenguaje marxista que supuestamente está en el prólogo del Código Monetario y Financiero, y por eso hablan de que la verdadera intención es estatizar la banca e incautar los ahorros. Ellos alimentan a los mismos banqueros con argumentos para ocupar los espacios mediáticos en contra de esa normativa.

¿No son esos actores políticos ‘izquierdosos’ los que en los noventa y la primera década de este siglo se derrotaron y pasaron a darle condumio al TLC en la época de Lucio? ¿Son aquellos que no pisan la sede de un sindicato o una asociación campesina hace dos décadas? ¿Y no son ellos los que sí dialogan de tú a tú en los cocteles y recepciones de embajadas o gremios empresariales con quienes eran sus enemigos de clase? Sí, esos que si se pronuncia la palabra marxismo hacen una mueca cargada de ironía, pero si viene Vargas Llosa no dudan en pagar para oírlo.

La derecha ecuatoriana debe estar muy agradecida (como ocurre con cierto alcalde que ahora piensa y hace cultura con el apoyo de los más naif de la izquierda) por la tarea restauradora que desarrollan aquellos personajes que tratan de derechoso al que apoya al actual Gobierno, pero que al mismo tiempo ahora lo aplauden porque cierra el acuerdo comercial con Europa. Y más agradecida aún porque esa derecha paga muy bien, reconoce con una serie de ‘condecoraciones’ sociales. En definitiva, si en algún lugar se esconde el origen y la estructuración de la llamada restauración conservadora, no solo en Ecuador, es en esa ‘izquierda cómoda y desencantada’.

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